VARIOS AUTORES

EL ESPLENDOR DEL GESTO.
Maria Joâo Fernándes

En la pintura de Hilario Bravo es esencial la capacidad de crear un lenguaje independientemente de la expresión articulada de los alfabetos de origen latino, de independencia del concepto, de abstracción y de síntesis intelectual que presiden la relación entre significado y significante. Su dominio es de una lógica conceptual, aquella misma que pretende apurar los contenidos de esta pintura, pero en el plano de una conjunción mágica y poética de signos plásticos y simbólicos cuyo contenido significante resulta de la combinación de la propia gramática creativa que el artista produce al instante y cuyo encanto y seducción residen en una especie de aparición, en la revelación de un embrujo que todo lo comunica con una mayor o menor intensidad y que es el secreto de este lenguaje.

Podemos anotar referencias, Cy Twomly, por ejemplo, pero lo cierto es que Hilario Bravo aprendió del arte moderno, sobretodo, el gesto de libertad primitiva que lo llevó directamente al comienzo de la escritura, al balbuceo de los primeros signos envueltos ahora en su aura mágica, especie de halo que protege y anuncia el nacimiento.

Arte contemporáneo español de la Fundación y colección António Prates. Catálogo. May’ 08




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HILARIO BRAVO, SU LEVEDAD.
Afolfo Castaño


María Moliner apunta en su diccionario: «LEVE, se dice de lo que hace o ejerce muy poca presión o fuerza». Nosotros añadimos, pero lo leve esta ahí, está pre­sente en sus síntomas que rozan por igual lo dramático (una enfer­medad) y lo soportable (una hue­lla). Entre esos dos puntos, dra­mático como acción, soportable como umbral de sensación, se mueve la pintura de Hilario Bravo (Cáceres, 1955).

¿Y cómo consigue Hilario Bravo la levedad en su pintura? Sustra­yendo paso a sus fondos y figu­ras (Ítalo Calvino), perforando el plano para mostrarnos su consis­tencia (Lucio Fontana) adivinando los pájaros por sus huellas en la nieve (Emily Dickinson), en pocas palabras: actuando como narra­dor, fabricante de espacios e in­tuidor de la naturaleza. Convivir con su pintura durante unos momentos es una experien­cia ascendente; experiencia que comienza en los fondos fluctuantes, cenicientos y lu­minosos, sobre los que su mano traza con temblor una imagen sugerente, a la que añade palabras que pueden afirmar o negar lo que se ve allí (sí y no de la existencia) o concretarla con un dato na­tural (hoja).

El resultado descrito puede parecer demasiado fugaz, pero no sucede así. Cada signo pictórico, su temblor, cada gesto en el espacio, su precisión, van construyendo los compo­nentes de una frase cuyo significado alcanza el límite perceptivo de cada espec­tador, según la presión, el peso que la leve imagen ejerza en su mirar. Esta es la pa­radoja de la levedad bien expre­sada, levedad invasora por los tres canales, narración, espacialidad e intuición, que antes hemos mencionado. Es evidente que nos gusta -y creemos en él- el tra­bajo pictórico de Hilario Bravo; trabajo que puede colorearse de contenidos dramáticos y evoca­dores, trascendentales y definido­res; que nunca emplean su ener­gía de manera despiadada; que no maltratan al color, ni angustian el espacio. César Vallejo decía en uno de sus Poemas Humanos:

« ¡Oh, no cantar; apenas
escribir y escribir con un palito
o con el filo de la oreja inquieta!».


ABC de las Artes, nº 176 de 17 de marzo de 1995