CUADERNO DE ROMA

I

CUADERNO DE ROMA



“...ya estaba, la verdad sea dicha, enamorado antes de llegar,
porque traía los amores en los sueños"
Álvaro Cunquiero
Merlín y familia.





30 SEP’ 95
PARTIDA

Sobre un cerro de Huertas de Ánimas instalaría unos trescientos monitores desperdigados por una ladera de los alrededores: cada uno de ellos emitiría una grabación de personas ya fallecidas: sólo una vez, imprescindiblemente de noche –toda la noche-, y no tendría jamás un sólo espectador. El volumen de sonido sería, desde luego, el de rumor.

Nunca antes esta tan profunda sensación de partida, una tan extraña como inquietante sensación de adiós. Besar a Paula en su camita, mirar el dormir de Alejandro en su cuna, y María, con el corazón roto, que hace resbalar sus lágrimas por mis mejillas, por mi pecho.


1 OCT’ 95
MADRID

Ir hacia Roma para recuperar la factura, el sosiego, la calma del trabajo de la pintura, la labor para que el tiempo no pase, para que todo sea eterno, más que moderno.

Qué pintor. Quisiera saber pintar las piedras como Benjamín Palencia.


2 OCT’ 95
EL VUELO

Mascullando nervios y aerofobia en algún lugar del aire se ve Menorca soleada y, más allá del incierto espacio, algodones sobre Cerdeña. Tras veinticinco minutos dando vueltas sobre el cielo de Roma -como un vagabundagem folha pessoano-, el suelo de Italia bajo un espeso paraguas gris: sensación de verdes salpicados de rojo, pero de un umbrío hermoso.


3 OCT´ 95
L’ACCADEMIA

Va cayendo la tarde. Va cayendo la luz, esta luz. Ya los árboles comienzan sus cuentos de viejas... ya revoloteo entre las paredes de este precioso estudio y a pesar de este jardín –tan hermoso como para meterse uno a figurativo- mi corazón se va tras mis tres.


OCT’ 95
DESCONCIERTO

Roma absorbe. No sé en qué día vivo, no sé cómo empezar.

Debería dejarme llevar por estos rosas y estos sienas nunca vistos: he de dibujar, dibujar mucho, enfrentarme al solo material. Escribir.


7 OCT’ 95
BELLO GIARDINO

Me gustaría tanto hacer una pintura sosegada, amable, galante; descansar un poco. Ungirme las sienes de aceites perfumados, sentir en el vientre el frufrú de las sedas, y de las gasas, sus transparencias... que fuera todo como esta agradable, hermosa mañana en el jardín soleado, aún florido, que se muestra bajo esta luz fresca y acogedora a la vez.

Descansar, sí, en tu pecho.


10 OCT’ 95
PANTHEON

Sobrecogido bajo la bóveda enorme del cielo imagino hacer el amor en la soledad inmensa de este universo de mármol.


17 OCT’ 95
BÓVEDAS

Los martes hay pollo y bóvedas.

La de San Pietro, enorme, magnífica, increíblemente sujeta en su propio vacío gracias al peso de la piedra. Por lo demás, mucho ringorrango excepto en La Pietá, la sobrecogedora tumba de Juan Pablo I y una mujer orando ante la de Juan XXIII.

Mientras, una semana saboreando los caravaggio de San Luigi dei Francesi, decididamente contundentes: es atronadora la expresión de los negros en la oscuridad de la capilla, y el fresco de Filippo Lippi, grandioso en la Sopra Minerva.

***
Sorpresa ante el descubrimiento de la grandiosidad de un pequeño pero contundente rayo de luz definido por la pura oscuridad: algo tan ligeramente definido, tan delicado y enorme como este sentimiento de lejanía que me asalta en el estudio.

Pintar como en una pizarra donde ahora no se viertan los pensamientos sino los sentimientos de soledad, el negro de negros caravaggiesco, la luz arropada de oscuridad, el atisbo de la realidad en la sombra sagrada, apartada que estos mentecatos de a quinientas liras la iluminación y con los ojos llenos de escamas se empeñan en destrozar.


18 OCT’ 95
COLOSSEO

Una inquietante misma sensación que con el Pantheon, sólo que al contrario: si la bóveda de éste cierra el cielo, el Colosseo se abre a él para, a modo de altavoz, amplificar los sonidos al espacio recorriendo grada tras grada.

Me siento impotente ante esta molicie bárbara, grandiosa en la tragedia: si el clamor de las víctimas -como en las plazas de toros- se eleva al cielo en la espiral de sus gradas, este mismo clamor -y por efecto sinestronson- desciende al infierno del espectador, tragedia de verdugos, con lo cual se completa el círculo que define la condición humana, su elevación y su condena.


22 OCT’ 95
DORIA PAMPHILI

De qué forma tan diferente se ve la luz del día, el movimiento en las hojas, el vaivén de la gente tras una noche de íncubos, larga, casi angustiosa.

De qué forma tan diferente se siente la vida después de una noche así y tras un paseo por los nombres de los caídos en 1849: sabor de un intenso romanticismo, olor a épocas en que las convicciones eran norma de actuación, norma de conducta y entrega de vida por muerte: a templete guardián de húmedos huesos devino el ardor, la sangre, la firmeza, la convicción; a una lápida borrada, a una virgen decapitada, a un tipo que pasa haciendo footing...

De qué sirve una vida.


25 OCT’ 95
GIARDINO

Zambullirse en el follaje.

Entre las copas aún velludas –como dejándose caer del cielo- arrastrar las caricias de sus hojas, abrazar los pinos como para sentir los senos de María, sentir los tejos hirsutos como si fuera su magnolia, los magnolios como su cabello y así, abrigado, acariciado, protegido y adormilado suspirar un olor de inconfundible eternidad.

Creerse hoja para alimentarse tan sólo de ese tierno sol hasta el mismo instante en que la savia deje de fluir y así convertirse en una dorada hoja que con la exquisita lentitud del planeo se posa, por siempre, ahigada en el regazo de la tierra con olor a mi mujer.

Sentirse como el plano de esta mesa acariciado por una sombra de hoja de palmera, tal es la levedad, tal es el momento y así la melancolía.

***
Traicionando al color, a las estaciones, a la luz, surge una flor en el otoño romano. De qué forma y por qué mecanismos, no se sabe. Simplemente surge y la propia naturaleza es impotente a su crecimiento: apuntan las yemas.

Sólo la flor sabe cómo traicionar a la naturaleza. Cómo acabar con la flor no lo saben ni las tijeras del jardinero. Podar una flor, arrancar una mata. Hermosa flor de enredadera que asfixiará al frutal, oscuros mecanismos vegetales que, tras el atardecer, harán funcionar la luna y el titilar de las estrellas, la magia que subyuga, la macumba que atrapa, el deseo que esclaviza, el ansia que destruye.

De qué forma arrancar una flor o cómo dejar que los frutos se malogren.


26 OCT’ 95
SOLO

Cómo hacer que el pecho siga con su ritmo, de qué forma ahuyentar la angustia de una noche sin dormir.

Cansancio: derrotado, angustiado y en vigilia.

Pensamientos oscuros al tic-tac redoblado en la caja acústica de la mesilla.


30 OCT’ 95
DANZA

Tomar la naturaleza –el jardín- como un espectáculo para los sentidos, vías del sentimiento, su acceso.

Lujuria, ebriedad, fiesta; relajación, más que sosiego.

Tomar las flores con sensualidad y ponérselas alrededor de las sienes para caer rendido por la exuberancia y la pasión de su olor.

Tumbarse en la hierba, arrancando una brizna para llevársela a los labios y libar el néctar de las oscuras divinidades de la tierra.

Tomar el color de las ramas de otoño y ejecutar al par de su suave balanceo una danza a Dionisio, a la vida, a la juventud, al poder de la vida representada en las carnes de una ninfa, a la eternidad del instante del gozo de amar: esplendor en la hierba bajo las alas de un ángel y junto al rugido estremecedor de un león.

La naturaleza en danza.


31 OCT’ 95
KEATS

Flores a los pies de la tumba de Keats.

Gatos, humedad, pinos romanos, piedras que se van muriendo de musgo y grietas.


2 NOV’ 95
TORMENTA

Día de insoportable melancolía bajo la tormenta: los cielos encendidos granando chispas de Apocalipsis sobre Roma; los pinos recortados sobre el fuego evanescente de los relámpagos, fantasmagorías en desasosiego; esta naturaleza tremolando con tal fuerza sus hojas que caen a sacos espantando en su voraginosa danza a las polillas que se golpean contra los cristales de mi estudio para buscar refugio del furor.

Tarde oscura y de insoportable melancolía que fluye como el agua de lluvia sobre el lucero sin conseguir lavar el alma. Tarde de tormenta sobre toda Roma, hermosa y temible como esta misma melancolía.

En la terraza, la visión de una negra contorsionista que, impúdica y desafiante, ofrece su sexo al viento y al vacío, al agua y a la tormenta.

(Tarde de extrema melancolía en la que tiemblan los cristales, tengo miedo y necesito llorar en esta lluvia).

***
No existen tormentas en la infancia. Como la de ahora, sencillamente se desatan cuando las fuerzas contrarias se acumulan en el alma y para ello se necesitan tiempo y tormento.

Tormenta que descarga relámpagos, rayos, ingente lluvia; la mía, apenas una fugaz lágrima de melancolía.

Cuándo descargará para dejar pulita el alma, limpia como los pinos de mañana.

(Como la negra contorsionista desearía abrirme el pecho para ofrecérselo a la tormenta).


5 NOV’ 95
LLANTO

Se quebró el viejo arbusto.

Se quebró el viejo arbusto.

Se quebró el viejo arbusto.

Sin decirle adiós, un te quiero: tal vez mañana lo vea pasar por la ventanilla del avión.

Se quebró el viejo arbusto. Se quebró.


6 NOV’ 99
DERIO

Con la carita amarilla, color de luna llena al nacer de noviembre, se elevó sobre sus propios despojos en forma de soberbio Boeing, atronador -de nuevo majestuoso- sobre las cruces y los cipreses de Derio dejando dicha su presencia en la vida, su sello y su carácter en mi persona.

Nos dejó el viejo arbusto.


7 NOV’ 95
IGUELDO

De nuevo el calor a tu cuerpo, aunque en forma de cenizas. Agua.

Agua. Lágrimas sobre cenizas.

Cenizas al mar.


23 NOV’ 95
ROMA

Sucesivas capas de historia acumulando estratos de gente: una vida sobre otra vida, capa sobre capa, impasto de humanidad.

Mientras, por toda la eternidad, los ángeles riéndose a mandíbula batiente sobre los cielos de Roma, sobre los cielos del mundo.


25 NOV’ 95
NOCHE

Días de fatiga.

Un acorde en sol y un pequeño hallazgo en el “Giardino di Rebecca”.

La noche, una luz de bombilla, el sonido de la calefacción. Un trago.

Un gesto olvidado en la arqueología de la mesa de dibujo. Rastros.

¿Qué podrían contar las paredes de este estudio?

¿Qué podrán contar?

Cabellos caídos, caspa... ¿y si llega la madrugada?



1 DIC’ 95
INDICIOS

Pequeños indicios. Para qué crear.

Tal vez no baste con ver, admirar, contemplar... pero, ¿existe algo más satisfactorio que la presencia de Dios en todas las cosas?

Cómo dejar de paladear este sol sobre los pinos de Roma, esta locura de puntos de íes que son las pocas hojas amarillas que se secan como la ropa al sol, casi con su mismo color.

Cómo dejar de saborear este ventanal enmarcado en siena que, por los efectos del salami picante y las aceitunas picantes, por la cerveza, se me abre a Dios.

Gloria de luz. Dejad que todo fluya...


3 DIC’ 96
CÍRCULOS

El sitial de Santa Maria in Cosmedin es la metafísica venida a volumen y color; es la sencillez primaria llegada a filosofía porque, al cabo de sus tres escalones que ascienden del suelo cosmatí, se llega a su base, que es un paralelepípedo de piedra maciza con frontal violeta –auténtico y maravilloso Rothko- y de ahí a los escuetos dos leonesque forman los brazales y que definen el vacío de un cubo cuasi oteiziano y que forma propiamente el asiento.

Este juego de lleno-vacío se remata con los círculos en azul y blanco de un cabezal que corona el estado de gracia que uno debe sentir al acomodarse en este trono de los elegidos.


8 DIC’ 96
FRA ANGELICO

Nada más apropiado para una tumba que esta losa color de hueso y textura de hueso en su marfileña opacidad, con el acompañamiento rítmico de verticales, para contener los huesos de Fra Giovanni da Fiesole, el Beato Angelico.

A partir de las cabecitas de sendos putti que asoman con un gran esfuerzo por las esquinas superiores, la vista se desliza en un vertiginoso subir y bajar a lo largo de los ritmos de ordenado laberinto que acompañan a los pliegues de su hábito y a las estrías arquitectónicas que forman la puerta, con columnas y arco de medio punto, que enmarca su figura de manos planas y entrecruzadas.

El placebo de la solemnidad dinámica se torna inquietud cuando el cantero -que habría podido ser la parca misma- describe, casi de / modelándola a cucharadas, la cabeza muerta y encapuchada: sienes ferozmente hundidas tanto como prominentes son sus pómulos; hundidos también los párpados cerrados, como fruncidos los labios. Un rostro que sobresale de entre la morbidez de un almohadón en el que descansa una muerte coriácea de huesos como lamidos por los perros del tiempo y de la pintura.


15 DIC’ 95
ROSA AMARILLA

Uno está ciego o más bien deslumbrado: el sol hace que las rosas de invierno adquieran un fulgor poco común; las rosas amarillas apenas huelen, sólo pinchan, y se marchitan antes que las rojas.

Venere Capitolina bajo una lluvia de pétalos de rosa amarilla.


16 DIC’ 96
ESCALOFRÍO

Dedicada a recoger los cuerpos muertos de los desconocidos se viste de tremendos cráneos alados y de clepsidras la fachada de Santa María dell’Orazione e Morte: alado escalofrío de estilete que el olvido comienza a tallarme en la médula.


17 DIC’ 95
MUCHACHAS VERDES

Entre la floresta, invisibles al común -y casi por casualidad- he descubierto adolescentes, pero minúsculas muchachas verdes.

Casi del tamaño de una campanilla y de carne alabastrina, venéreas, podrían confundirse con los pétalos blancos de rosa que caen con la lluvia del otoño, sólo que éstos no juegan en el erotismo de los hombres con el descaro vergonzoso de estas muchachas de cabello verde.

Uno se solaza en su sueño.


18 DIC’ 95
IL FIUME

Atravesar el río.

Ir de un jardín a otro: atravesar el río. Con los pies desnudos, sintiendo los cuchillos del frío, lacerándoselos con los guijarros puntiagudos y resbaladizos; convocar el equilibrio que no se tiene.

Cruzar el río bajo la tormenta -aguas de oro sucio- abandonando una orilla para llegar a otra quizás ya conocida pero, en todo caso, olvidada.

Cruzar el río con los pies, las piernas y el pecho desnudos -como expulsado de un paraíso que ya no es querido-, cruzar el río, eternamente cruzándolo, cruzar el río siempre solo y bajo la tormenta, estar continuamente inmerso en las aguas turbulentas, arriesgando estabilidad y equilibrio que no se hayan; mojándose los pies, los huesos, un poco del alma.

Atravesar el río, quizás de vuelta.


20 DIC’ 95
BAÑO ENTRE EL BOSQUE Y EL JARDÍN

El bosque es hostil, hermoso, sugerente por amenazante. Las fieras acechan el cuerpo de las ideas; las plantas, todas ellas desconocidas y con vida soterrada, nunca comprensible, hieren, envenenan con su hermosura de ninfa; los astros en la noche no alumbran las sombras y aparecen hoscos como la cara de los espías; los gritos de los pájaros congelan el alma, anuncio de tormentos anímicos.

Sólo el estanque desde este lado de la casa aparenta sutileza, armonía, sosiego, tranquilidad. En sus quietas aguas se baña -ajeno a toda magia que no le sea propia- el candor de un nuevo muchacho con una flor en la mano al que nada vencerá: venenos, heridas o amenazas.

***
Un cuadro pudiera ser una gran idea congelada entre el trabajo y el tiempo.


23 DIC’ 95
PIOVE

Llueve.

Una bendición que lava Roma.

Cae la lluvia sobre las hojas del magnolio, resbalando por las ramas de los árboles desnudos y purificando el siena de las paredes.

Roma llovida.


24 DIC’ 95
NATALE

Roma a los pies. Campanadas de medianoche en la cúpula vaticana sonando a amor imperecedero por una vela protestante sobre la mesa del estudio.

¡Qué dos horas de abrazo bajo un cielo encapotado, teñido del rosa ceniciento de la ciudad y con la súbita sonrisa de algún fuego de artificio!

Nochebuena en la capital del imperio. Nochebuena de fantasmas con toga, noches del pasado como la noche de hoy; noches del futuro, eternas.


29 DIC’ 95
SEMILLAS

Cuantas más flores se cultiven más cercano a los conceptos estaría un jardinero. Tal vez, incluso, el concepto se quede pequeño como noción.

¿Cómo es el perfume del alhelí?

Me siento radicalizar en la pureza, tal vez en la simplicidad. Flor de un día que deja nacer su contraria al día siguiente. Sorprendente jardín de flores opacas, jardín de flores iridiscentes que nacen al ritmo del agua y del aire.

Aguas de charca, aguas de fuente o manantial, aguas de lluvia, de regadío, gota a gota. Aguas.

Aire del cielo, aire de entre los árboles, aire frío o caliente. Aire, soplo, brisa. Escribir al aire, al agua, a los perfumes. Escribir a nadie. Ni siquiera escribir.

Manchas, olor, humedad en reflexiones con vida.


5 ENE’ 96
SASKIA

Lo que nos pertenece se nos va.

Lo que amamos se nos quita y, a cada día que pasa, andamos cada vez más desnudos por este jardín de luz y sombras, de esplendores y penumbras.

Qué momentos de cambios, qué gran inquietud viendo cómo todo muda en doloroso silencio de incertidumbres.

Cómo enfrentarse a la nueva luz de una mañana sin saber a qué aferrarse entre los fantasmas que bullen y las hojas que giran: dejarse llevar, terminar el camino con escozor de llanto en los ojos.

Melancolía con tristeza bajo el gris del cielo.


8 ENE’ 96
AGUAS

¡Qué fantástico invierno de aguas que caen! ¡Cuánto puede añorarse la lluvia cuando uno se sumerge en las sábanas! ¡Qué esplendor de grises ya casi olvidados... tierna añoranza de vivir!

Rumor de lluvia.
Admirador de luz
de mediodía.

Addormentarsi nella morbidezza di un giorno grigio all’odore della pioggia.


16 ENE’ 96
DA SOLO

Que es dura la soledad como la enfermedad, el dolor y la muerte.

Gran silencio.
Llamadas a la puerta,
Sólo toc-toc.


18 ENE’96
NAPOLI

Un Vesubio apenas visible tras la calima del día no ha podido empañar las sensaciones de aparatosa religiosidad napolitana ni ocultar la exuberancia de las gentes en su vida de calle ni mitigar el cansancio de unos pies destrozados por las escaleras de Capodimonte.

Por el contrario, cómo se puede vivir sin conocer el islote de Santa Lucía iluminado en la noche frente a las luces de la bahía.

Nápoles es la única ciudad donde he tenido la sensación –dijo J. Beuys- de haber vuelto a casa.


19 ENE’ 96
ESTATUAS

¡Tantos cuerpos desnudos en su mármol!

Belleza y erotismo del canon en los anhelos del Paraíso. Reflejos del disfrute ya nunca más posible. Ecos de un sonido no olvidado: Museo Arqueológico Nacional de Nápoles.


24 ENE’ 96
PAISAJE

Ha vuelto el frío y tras la nueva lluvia suave de la noche esta extraña luz de sol naciente –de un dorado terroso- que parece bañar el Gianicolo de bendiciones.

La palmera se agita, el gran pino se agita, los cipreses agitan sus puntas y hasta el gran magnolio se agita.

Los pájaros, inquietos. Dos muchachas con bufanda hablan, tres perros corren, y la Accademia que duerme tras las persianas ajena al emerger de la fontana paulina -auténtica singularidad en esta mañana cósmica y agitada-. Mañana, en fin, de falos amenazantes en los cipreses y de miles de lenguas burlonas en el magnolio y, sobre todo, la mañana del limpio ris-ras de Mario, jardinero del Edén.


26 ENE’ 96
LLUVIA

Ya no llueve a las seis y veinticinco de la mañana con este olor, con este ritmo, con esta pasión.


17 FEB’ 96
CARNEVALE

Andrajos empapados en alcohol. Deseos, insatisfacciones errantes. Pazzia, follia, scherzi e battute... Confetti en los cubitos de hielo de los vasos de plástico: monigotes besando a payasos; reyes que se disfrazan de reinas; reinas, de sirenas; sirenas, de aspirinas; napoleones que ocultan exhibicionistas; exhibicionistas, a orangutanes; orangutanes que ocultan vergas de trapo; vergas de orangutanes como patatas fritas...


18 FEB’ 96
GIOTTO

Sobre el cuerpo desnudo de San Francisco, una tela de Burri y sobre su cabeza, una aureola de excepcionalidad: entre los demonios que escapan de Arezzo, el espíritu del Giotto. ¡Demonio de pintor!

Sabiduría y exquisita sensibilidad. Sus personajes, recios y espirituales; su mensaje, pulcro, sabio y discreto; su composición y su arquitectura empujando a la historia a empellones; el ritmo de sus pliegues, recio y complejo en su sencillez; su color, medido y alegre... puramente franciscano: la alegría de la sobriedad, el dinamismo de lo simple.

Un día en Asís para volver al pensamiento, al recogimiento, a la belleza del trabajo. Un día en Asís para vivir una vida entera, una sorprendente lección... Giotto, Lorenzetti, Cimabué, Tiberio de Assisi, Ilario de Verona, etc.

TONACA

La túnica de Francesco d’Assisi es un concierto de espacios y de texturas, y es que la tonaca es la prenda de vestir más bella que haya uno visto: hoy diríamos que es informalista y, como ya se ha apuntado, más bella que la más bella tela de Burri, porque está hecha de añadidos que exceden el concepto de remiendo para alcanzar las alturas del más sobrio cromatismo con la más dispar tonalidad.

Esta túnica quisiera haber sido como un último Goya, pero entre las formas geométricas de sus parches se adivina mejor a la más sobria obra de Mondrian, a la más panteísta de Malevitch, a la más recatada de Albers o la más tenebrista de Rothko.

Nunca se ha visto tan generosa riqueza en tanta sobriedad porque nunca una vestidura ha definido más ampliamente una forma de ser, un pensamiento, toda una filosofía.


19 FEB’ 96
AGITACIÓN

Envidiando la agitación de esta tarde de vientos agresivos y de grandiosos árboles desmelenados a punto de rasgarse de la tierra; demonios agitados que inducen, en su ferocidad, a inquietudes anímicas del desorden.

Rayos, relámpagos universales, lluvia que arrecia y que embate contra la ventana abriéndola para dejar entrar un golpe de furia que hacen volar, en forma de postal, la túnica de San Francisco y la lápida del Beato Angélico por el aire turbio del pensamiento flotante y espeso del estudio; danza de copas etruscas en fotocopia y hasta el busto de Antinoo que revolotea; viento que abre carpetas revelando papeles en blanco que sólo en la decepción del trabajo encontrarán su sitio en la papelera.

Hirientes bofetadas de lluvia sobre los cristales. Agitación.


21 FEB’ 96
TIVOLI

Villa Gregoriana es enorme en su belleza siempre arcaica y por ello simbolista; es masculino y femenino en eterno abrazo de amores: las grandes cascadas fecundando en flujo continuo la vagina del valle -de la tierra- fertilizando gargantas; caídas preñando el llano. Paisaje japonés a la italiana y, sobre todo este abrazo sin fin, la vigilancia del Templo de la Sibila, oráculo del tiempo en su quieto discurrir: pezón de Tívoli.

Joël Mestre, sentado junto a su enorme paraguas abierto, intenta sacar una fotografía del Teatro Marítimo de Villa Adriana como queriendo retratar sus maravillosos, pequeños personajes verdes en esta tarde plomiza; mientras, uno se ocupa en estos culos desnudos frente a la inmensa quietud del Canope por donde se deslizan cisnes epicenos.

Lugar preferido de ricos y poetas, al pie de las colinas Sabinas y rodeada de bosques sagrados por los que vagan los fantasmas de Catulo, Horacio y Salustio, Villa Adriana se halla enorme en su paz y grandiosa en los pinos y cipreses que se reflejan sobre los estanques de este jardín perdido –locus mentis- en un tiempo que se ha de recuperar para satisfacción del cuerpo y alegría del alma, para sosiego del espíritu, para solaz de la mente... el cuerpo del hombre que es más hermoso en medio de la naturaleza cultivada, humanizada.

Desnudos frente al estanque, desnudos y quietos, quietos y fríos, fríos pero eternos; todo eternidad, todo tiempo. Un solo tiempo.


23 FEB’ 96
TRAMONTO

Sol que dora Roma calentando los tejados del invierno y que seca la ropa al frío de febrero. (Sol que se pone en Montánchez iluminando las sienes de los míos). Sonido de campanas, pájaros que vuelan, hojas que se mecen, narcisos que florecen, humedad de hierba, ventanas a la luz... ¡todo es tan sencillo alrededor de la Fontana Paolina!


29 FEB’ 96
VILLA SCIARRA

¡Cómo puede ser tan hermosa una última mañana de febrero en Roma!

Mientras los niños juegan, los amantes aún abrigados se acurrucan a este sol que saca como nadie intenso brillo de las nuevas hojas de hiedra que adornarán sus sienes; los brotes estallan, los árboles revientan en flores... ¡Cómo puede ser tan hermosa una ninfa bajo un cerezo en flor!


27 FEB’ 96
SOL

Sol de mediodía y de primavera. Sol que se cuela entre las hojas para darse de bruces en el siena de estas paredes queriéndoles sacar reverberancias en la promesa que extrae estas primeras margaritas y que brilla en los brotes ya sin flor de los cerezos. Hermoso sol de mediodía que me rasa la cara y me paraliza las manos para sentirlo.


4 MAR’ 96
MOISÉS Y SAN ZENO

Senza parole.

Apenas puede uno resistirse al embrujo atroz de esta mole de mármol. Es categórico y aplastante: de donde se extrajo este bloque se extrajeron las fuerzas ocultas y contradictorias, las potentes fuerzas atávicas de la naturaleza humana. Martillo y sudor. Conocimiento y sensibilidad. Fuerza atronadora...

Al hilo de ello, la capilla de San Zeno, en la iglesia de Santa Prassede, da una sensación parecida: se introduce uno en el útero de la tierra o más bien, en el sexo de la genialidad incierta del espíritu: suave, brillante en su justa medida, aterciopeladas superficies que no desdeñan color... ¡espacio único para la gestación!


10 MAR’ 96
VILLA BORGHESE

El palacio parece estar lleno únicamente de Bernini con sus estatuas imponentes, desde luego, pero es que tanta destreza insulta al arte que, por mor del cincelado, pasa a catálogo de corsetería en mármol.

Puede que el arte sea tan sólo eso, apabullamiento, encantamiento, seducción del espectador hasta dejarlo en el asfixiante abrazo de la estupefacción.

En cuanto a Bernini, a uno le interesan menos las muecas de su David o los cincelados de los laureles de su Dafne que la hermosa morbidez marmórea del muslo de su Perséfone bajo el glorioso deseo que palpita en la mano de Plutón o el encrespado mar de pliegues, laberinto del éxtasis de la Beata Ludovica Albertoni.


16 MAR’ 96
AGUACERO DE GRISES

Agua a mares. Lluvia de nuevo, cortinas de agua sobre los cipreses que chocan también contra las paredes, que rebotan sobre los techos, que se deslizan por tejas y aleros... agua a espuertas. Agua.

Un día de hermoso gris que suaviza los verdes como las caricias suavizan la voluntad de las hembras para hacer que sus ojos brillen con la misma tierna opacidad del brillo de estas hojas del omnipresente magnolio. Hermoso gris del que surge la nota bermellón del paraguas del frate que contempla sus esculturas como paseando la nostalgia de sus modelos.


25MAR’96
CIMITERO DEI CAPPUCCINI

Aquí yacen polvo y cenizas, nada.

Santa María della Concezione es una iglesia sencilla a la que le han aparecido cuatro mil esqueletos desperdigados por techos y paredes de capillas, corredores y criptas como por una convulsión de dies irae... al menos esto es lo que parecería si no fuera por esa aprensión italiana al horror vacui que todo lo ordena en escenografías aún del espanto de ésta.

Éramos lo que sois; lo que somos, seréis.

Cráneos amontonados como celdillas de un panal endiablado formando, a modo de mosaico, un altar monstruoso de mil feroces jocosas miradas, pues nunca ha sabido uno si miran con gesto pánico o con burla maquiavélica.

Cargadas de caderas, paredes que sujetan parduscas y raídas, polvorientas sotanas sujetas, a su vez y en su propio vacío, por momias acartonadas y doblegadas, desencajadas en el gesto de lo infinito, con manos que atan, más que agarran, alguna cruz de palo negro o alguna etiqueta con lo más tremendo que una momia pueda portar: el nombre de quien fue.

Planos de tibias con el orden sinfónico de un xilófono de tragedia que se percutiera con los mismos medios cráneos que las coronan: orden arquitectónico, matemático, como si el mismo Mefistófeles hubiese querido trazar la escalera de la muerte.

Gélido desasosiego en las lámparas del corridoio entre vértebras e ísquiones y que dejan las costillas de tanto olvidado frate para los adornos florales del plafón: huesos desunidos de cuerpos dispersos que en el capricho del tenebroso decorador se han querido unir a la lucecita que aún alimenta una tímida llama colgando del techo. Huesos y llama... ¡qué tremenda confluencia!

Pero, aún más tremenda –siempre hay más- es la asociación huesos-tiempo que en una esfera de vértebras se ha querido señalar en forma de reloj con las falanges de unos dedos que marcan las horas en números romanos, números de pavor: un reloj de huesos en un corredor...

Entrar en este lugar es como asistir atónito al desconcierto del fiscal en el día del Juicio.


1 ABR’ 96
NAPOLI

Un desagradable viento del mediterráneo seca los ojillos del piccolissimo Alejandro, -pirata canalla, comepanamigajillas, pequeño monito, pedazo de corazón, tierno, siempre y aventurero- en este desapacible día del Partenone napolitano.

Todo es gris y en movimiento, sempiterna agitación napolitana: los perros corriéndose unos a otros entre las callejuelas y bajo el constante y nutrido flamear de las ropas tendidas por el estrecho cielo que va de balcón a balcón; niños jugando a pelearse o dando patadas a lo que fue un balón; taxis suicidas entre autobuses atascados y un continuo ajetreo de compraventa de artículos de contrabando.

Voces, bocinas, tubos de escape y motorinos, timbres de telefoninos en una voraz vorágine que embota los sentidos...

Tan sólo –quietos, pero también en la calle- duermen un viejo perro entre las colillas apagadas y una vieja chaqueta sin hombre abandonada entre los sanpietrini.


4 ABR’ 96
DEI ED EROI

Odilon Redon, Gustave Moreau, George Khnopff, los maravillosos dibujos de Feuerbach, Rossetti, Burnes-Jones... y sobre todos ellos, el gran Arnold Böcklin, incluso por encima del gran Mercurio de Hildebrand.

Lección de pintura, serena tradición, atrevimiento sublime en el siglo XIX. Hasta se queda uno prendado de la cursilería de la sirena rescatada por un barquero... saber pintar.


14 ABR’ 96
STROMBOLI

Pintar de oído.

Viajero que se arriesga en la conversación de los viajeros de verdad. Viaje de fantasía a los volcanes de islas desconocidas, jardines de Dante, explosiones vaginales de la tierra, explosiones. Erupciones fálicas, magma ardiente. Gases tóxicos, los gases de la creación: azufre y caos genético en el ser que se explota derramando ideas, derramándose a sí mismo en el soporte de una ignorada fecundidad.

Nubes y polvo, fuego sin transparencias. Confusión. Desorden. Fuego con soberbia ausente de voluntad.

Ceniza.

Y por qué no. Ceniza.

Salpicado de sangre sobre la ceniza.

Rojo vivo sobre grises de hermosa suciedad entre los vahos venenosos de un azufre primigenio. Magma mater.


16 ABR’ 96
CONCERTO

Quando María Lucía Costa suona il pianoforte il cosmo si ferma.

Y no tanto porque al ritmo de un allegro violento las hojas de hiedra sobre la enorme ventana del estudio de Jesús Rueda -que enmarca el Trastevere- se mezan inquietas o que la fiaccola agite su llama creando junto a la luz de la lámpara un juego de sombras agitadas sobre el suelo -que son el espíritu de la pasión y el conocimiento que imprime a sus manos y a su intranquilo, espigado cuerpo- o que las estrellas rutilen casi escondidas en el rosado cielo de Roma y hasta los aviones parezcan zigzaguear en el aire, sino porque congela el aliento cuando mantiene los sonidos de su piano haciéndolos vagar por entre el espeso fluido de nuestro sentire cuando nos regala algún adagio in modo funebre.


17 ABR’ 96
MERETRICE

Esta primavera que no acaba de cuajar: llena, sí, de flores, pues todavía se mantienen los lirios, plena de margaritas y que ya nos ha dado las primeras rosas, los primeros geranios y estas hermosas glicinias que cuelgan de los cipreses de la Accademia y de casi todas las terrazas de Roma, hermosa de primavera.

Pero el tiempo... tan variable como una hermosa meretriz, bella en sus cambios, encantadora en sus antojadizos deseos que tan pronto cautiva con el aire de sus velos como con la lluvia de sus lágrimas, que tan pronto embelesa con el fuego de sus ojos como con el frío de sus caricias nocturnas e interesadas entre los portales, que deja caer su mohín de beneplácito sobre nuestros corazones como que se agita en la furia de su dejadez.

Roma hermosa, meretriz de primavera con voz de mirlo y de corneja.


20 ABR’ 96
PALAZZO FARNESIO

El Palacio de Caprarola juega -con los fantasmas de quienes lo habitaron-, con juegos de trampantojo: niños con perros que quieren entrar por las puertas cerradas, columnas cóncavas en los rincones, ventanas que no son sino muros, travertino que no es mármol y el delirio de la imitación de madera sobre las puertas de madera.

El Palacio de Caprarola tiene planta militar, un búnker que los decoradores convirtieron en la ensoñación de un fauno: ángeles que bajan la atrevida escalera del sueño de Jacob en oposición a la sólida escalera de caracol -acceso a los pisos superiores- fundamentada en un juego de columnas que son como el propio discurso del sueño; sueño de Rousseau, el aduanero, en el pequeño bosque curvo de uno de los pasillitos y sueño de demonios que se despiertan en las grutas del jardín surgiendo de la pedrería de estalactitas y del rumor de las humedades, verdín del estanque ninfático en el frescor del infierno.


SUTRI

El hueco excavado del anfiteatro de Sutri se adorna con la luz de la mañana como si fuese la corona de oro en un reloj de sol que mira al sol del siglo V antes de Cristo, un reloj que marcase unas inacabables once de la mañana en la antigüedad.


LAGO VICO

Los dioses ya no lloran. Su última lágrima cayó en Vico y, desde entonces, los hombres oficiamos ritos frente a camareras de hermosos ojos y nariz etrusca.


VILLA LANTE

Bagnaia acoge un jardín que es todo un concepto de vida: sus niveles ofrecen en el recorrido del agua una metáfora del vivir. Cada uno de ellos son como estancias del ser que se acentúan hasta por sus diferentes temperaturas, con lo que al hecho anímico de las variantes, según los juegos propuestos, se añaden los térmicos en los que la piel siente acentuado el cambio.

Así, la catena d’acqua se convierte en eje de los distintos estados y, según se baja por ella –sumergida la mano en el recorrido y siguiendo el caracolear frío de ésta- uno nota, al mismo ritmo y temperatura, el deslizar alegre y severo de los días hasta llegar a la última terraza en la que los setos laberínticos convierten la salida de la vida en el asombro de una lagartija al sol, en el disgusto de una corneja.

La visita a Villa Lante, como la vida misma, se convierte así en una delizia de la cual uno conserva hasta el regusto erótico de la gruta de las ninfas en la que Venus ofrece sus pechos chorreantes y en la que los faunos itifálicos parecen dormir a su lado el sueño de las ménades satisfechas como un recuerdo que se olvidó en los laterales de la mente.


TUSCANIA

Cómo ocultar el disgusto de no poder visitar Santa Maria Maggiore cuando te ofrece una fachada del más sabroso románico, sencillamente porque está cerrada y aún cuando uno tiene la sensación de haber llegado al valle del Paraíso, junto a Tuscania, donde se encuentra.

Sin embargo, uno puede disfrutar de San Pietro y no sólo de los dos relieves de dragones persiguiendo perros de su magnífico frontispicio, sino que, imbuido por los niveles-terrazas-vida, los ve claramente reflejados en los niveles-arquitectura-vida de su nave, altar y cripta; niveles en los que las distintas troneras –más que ventanas- asaetean el espacio con los dulces, dorados chorros de luz del sol poniente.

Qué puede uno sentir cuando al entrar en San Pietro se enfrenta ante la contundencia de su arquitectura, a la pasmosa sobriedad de su altar elevado en magnificencia...

Qué puede uno sentir cuando, en un descenso iniciático, llega al motor del edificio que es la sala columnada de su cripta, presidida por un ventanuco de medio punto que recorta la silueta de Dios en una casual paloma al cielo soleado del oeste y que hace golpear, en la armonía, sus rayos inclinados sobre la soberbia casi verticalidad de sus delgadas, copiosas columnas...

Cómo dejar de olvidar los misterios del siglo VIII al pasar por ese “pozo” que apenas deja uno a su derecha subiendo de nuevo a la nave superior, sujeta a la altura del altar, por un arco dentado (adentellado)...

Con qué espíritu puede dejarse esta iglesia cuando se lleva la mirada arcillosa y pétrea de los etruscos acodados en sus tumbas, especialmente aquél que mira con su cara aún maquillada de almagre mientras ofrece su platillo desde la conmiseración que da el hambriento de vida y que hace siglos todo lo olvidó...

Así pues, uno se ve paseando, al poco, por entre las calles de Tuscania que le ofrecen la vista siempre eterna de este San Pietro y conoce tantas emociones que apenas le queda sitio para sentir su dolor de pies y desea únicamente sentarse en la soledad de una plaza en forma de atalaya para caer ahíto con la visión de un paisaje en el que se funden los verdes cálidos de sus suaves pechos con la caricia de la luz rasante y divina de este dulce atardecer.

El día, siempre como la vida, inicia muy lentamente su decaer, y uno, con un complacido mohín, mira al oeste. Mira.


21 ABR’ 96
ROSAS

De todas las rosas amo a una. A pesar de que en el Giardino delle Tentazioni haya azucenas y lirios, pensamientos y narcisos; a pesar incluso de que esté pleno de rosas de todos los colores, de toda forma y atractivo, y es que uno ha dejado su piel enredada, dulcemente herida, en una -tan bella como espinosa- de las rosas del jardín.

Si las azucenas cautivan por su delirante olor, por su fragancia densa y por su tersura y los lirios por su orgullosa forma y su apasionado color; si los pensamientos hacen flaquear por su presencia y profundidad y los narcisos por su fragilidad y temperamento; si las demás rosas, todas las flores, cantan como sirenas el mérito de la naturaleza, su maravilla y atractivo, uno reconoce que su rosa es la única que -en el mismo tallo y sutilmente adornadas de hojas- porta en aureola dos hermosas florecillas, frescas de rocío, cargadas de belleza y de futuro.

***
Y ahora, los númenes comienzan a enredar. Ya todo adquiere un nuevo, distinto ver. Al filo de la prima hora de la noche se escuchan las violas encadenando sonidos, entrelazándolos con pizzicati de un oculto violín que se arropa con la grave voz del cello creando así la escenografía correcta para que de la fotocopia del rostro de Antinoo se vea resbalar una casi invisible lágrima: Soschtakovich.

***
¡Cómo todo pasa!
Caricias de sol
sobre mi piel.


22 ABR’ 99
BÚSQUEDA

La pintura es una justificación de la vida y es, a la vez, su excusa.

Es necesaria toda una vida para rozar sus misterios: la búsqueda de las formas, la alternancia de los ritmos, el uso del color, la comprensión de los espacios y de los volúmenes... todo palabras que son al lenguaje lo que el discurso es al pensamiento, lo que el pensamiento es a la idea, porque es sobre ella donde descansa todo el ser y sobre el ser toda incomprensión.

Dentro del absoluto desconcierto de ese ser uno se sabe sujeto a las incomprensibles leyes de la naturaleza. Sólo que esa naturaleza no es la que hace florecer las plantas sino los sentimientos de enamorado en la angustia de la noche. Su soledad.


23 ABR’ 99
SOL DE EDÉN

Todavía sucio de pesadillas paseo en el mediodía del Edén lavándome los pies desnudos con el rocío de las margaritas.

Pero también me lavo con la brisa que mece tanta flor, tanta planta, tanta belleza todavía no nombrada. Me lavo en la lluvia de semillas de acacia que se me prenden en el pelo, en el pecho, sin lograr enjuagármelo del todo.

Y me lavo la mirada y el espíritu con el color de las flores ya nombradas, mas sólo logro embriagarme con el olor intenso del azahar. Y, mojado de tanto lavarme, me siento a secar el alma con los rayos generosos de este sol de abril y con el delicado aleteo de las mariposas del jardín... pero uno continúa sucio y llorando... y sus lágrimas tampoco le lavan.

Lloro, tan solo, bajo el sol del Edén.


28 ABR’ 96
ORVIETO

Siempre como nidos de cigüeña las más hermosas ciudades de Italia están colgadas como de peñascos, y Orvieto no es una excepción.

También siempre, como una maldición que a uno le persiguiera, el cartelito de in restauro; así se encuentran los frescos de Luca Signorelli, rodeados de andamios. Afortunadamente la visita al Duomo merece este desaliento, no tanto por la magnífica capilla de la izquierda, por los restos de frescos en ambas naves laterales o por la visión que del conjunto interno tiene la entrada principal a la luz café con leche que entra por sus vidrieras, sino porque su fachada, allá donde las haya, es de tente y no te muevas.

En efecto, bajo la apariencia de decorado de su lamida textura se esconden los cincelados más soberbios, el colorido más discreto y entonado que hace juego al monocorde y dinámico enmarcado del estallido de azul y oro de sus enormes, increíbles mosaicos.

***
Las guías dicen que la visita al Pozzo della Cava es un viaggio nella città soterranea, pero es más bien un viaje a los intestinos del hombre, allá donde residen los instintos; es un viaje de fecundación a la tierra, un camino abierto con los útiles más viriles.

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San Giovenale es un templo de los que podríamos llamar tipo rayuela por sus tres niveles que van ascendiendo al altar con ara de entrelazado celta. Uno siente, al recorrerlos, el ascenso, la subida gradual a un estado de gracia; es casi un dolmen de corredor porque tiene su misma fuerza, su misma magia, y el alma, ya preparada, llega a los entrelazados vegetales de su altar para perderse, diluirse en sus laberintos de gozo, casi el mismo gozo –por extremos se tocan- que se siente al bajar al útero de la Cava: impreciso, profundo siglo X.

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Gepetto trabaja en Orvieto a la luz de una bombilla de cuarenta vatios.

El Gepetto de hoy que saca pinochos de trozos de leña es un abuelito vivaracho y encorvado de años, gozoso de su arte, al que le he comprado uno en la carbonera en que habita.

Giuseppe, el Geppeto de hoy, quizá exagere cuando habla, pero sus manos maestras no mienten.


30 ABR’ 96
ACACIAS

Las más comunes sensaciones llegan a ser las más intensamente vividas. Si no, cómo explicar que tras el esfuerzo al subir las escalinatas del monte Áureo, mojada la espalda por el sudor y la lluvia, sintiendo la humedad del aire en el rostro y en el aliento, las manos cortadas por el peso de unas bolsas de la Standa, se llegue a la piazza San Pietro in Montorio con esta sensación de beatitud al oler las acacias en flor...

Primavera imparable.


4 MAY’ 96
LUZ

Luz de tarde, de canto de pájaros, de algún ladrido.

Luz filtrada, reflejada, dispersa, manipulada. Luz.

Luz de sopor que acaricia el alma cansada, luz de bálsamo y masaje.

Luz que acaricia y no recorta ni mata, luz que no hiere con sombras oscuras, luz mórbida y templada.

Luz que colorea en argenta y oro ni fría ni sofocante, que se extingue como las caricias, que se borra tan lentamente como las huellas de los besos en la piel, que cae y cae trazando tiempo sobre la pared.


7 MAY’ 96
MILÁN

Llegar a Milán bajo signos infaustos... ¡cómo superar el record de diecinueve dibujos en dos horas!

Las estrellas negras siguen planeando sobre mis inauguraciones, esta vez en la luz gris plateada del cielo apenas visto de una ciudad ruidosa, activa. Pero también es cierto que, gracias a los trapicheos de mis enemigos, he logrado inaugurar dos veces una misma exposición.


9 MAY’ 96
PENDOLINO

Quizás el traqueteo de este pendolino no sea el mejor de los acompañantes para tratar de retener las imágenes de estos días; sin embargo, este continuo pasar de árboles y casas, de postes y vallas tiene un algo como de aliciente para las cuestiones de la memoria.

Ayer mismo las sensaciones de fortaleza se erigían en forma de Castello Sforzesco. Esta enorme mole erigida con tanta prepotencia como gusto, alberga a este terror de gigantes llamado Mantegna tan exquisito en su Madonna de la mandorla en plena gloria de ángeles, santos, frutos y... pintura. Siempre en azul mantegnesco, con rojos, con palideces y un algo siempre de sagrado como en este cielo plomizo de atardecer sobre el verde explosivo de una primavera del norte de Italia por donde este incierto tren parece haber pasado toda la vida.

Tren devoraimágenes que al pensar en verdes rememora las historias de Griselda, escritas por Bocaccio, pero aquí pintadas por un lombardo anónimo para el Castello de Roccabianca y hoy en Milán por gracia de la conservación y del futuro; exquisito bocado en verde y blanco con toques como de sangre seca bajo una bóveda de constelaciones.

Recordar y fijar también para siempre la sensación de viva cristalinidad del San Benedetto de Antonello da Mesina, sus ojos.

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La catedral –el Duomo- que tanto da llamarlo capilla sagrada de las estalagmitas como tarta enormemente vienesa con una presencia imponente, un espacio interior apabullante, unas vidrieras magníficas en la girola... pero con un tufillo innegable a delicia de nuevo rico ¡Qué fastidio siempre el de la pretensión!

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Cruzar Milán de noche -cruzarlo por el diámetro de via Porta Romana a Corso Sempione- con los pies destrozados y la vista cansada, habiendo querido ahuyentar los fantasmas del síndrome de Stendhal con una paella y vino español junto a la Orange Art Gallery, es la experiencia más fatigosa de la vida. Si a ello se le añade un desasosegado dormir en casa del amigo de Flavio Celis y un pronto despertar, una cola de una hora y un buen montón de japoneses, puede llegar a entenderse cómo se llega al cenaculo vinciano.

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Experiencia única que únicamente el cansancio de este momento y el mal uso de las palabras pueden dejar de describir con la autenticidad de lo vivido: eficacia de la perspectiva como en pocas obras, lugar sagrado donde la comida tiene un sentido trascendente que sólo el ascensor de los restauradores ofende y que a punto está de hacer surgir de la mano de los apóstoles un gesto italiano de tremendo hastío.

A pesar de todo, uno siente que al apoyo de estas paredes estuvo rascándose las barbas, meditabundo en su trabajo, Leonardo.

***
Acabar la mañana -espesa y fatigosa donde las haya- implica darse una buena tunda recorriendo a Morandi y Mantenga, Carrá y Veronés, Rafaello y Modigliani, Picasso y Piero della Francesca en la Pinacoteca de Brera, ya que si no se hace así no se reposaría en este tren a Florencia con tanto picor de ojos, pies que palpitan contra las paredes de los zapatos y un alma subyugada por tanta bendición.


FIRENZE

Apenas un corto paseo por el centro, de noche, justo para disfrazar las dificultades y el cansancio de Milán y dormir con el sabor de una primera impresión: Florencia, ciudad en la que a la orfebrería se le llama arquitectura.


10 MAY’ 96
UFFIZI

Cómo puede llegar de esta forma al alma de uno y a pesar de la fatiga de las colas, una simple, pero grandiosa transparencia de velo en la oreja de una madonna del Giotto.

Cómo puede uno analizar estas obras en el atrevimiento conceptual y cromático dentro del más exquisito gusto del Trecento sienés. Ver cómo en el tiempo las formas se van agitando y la pintura se va rompiendo.

Cómo discernir si basta la fe, contraria a los símbolos, para alcanzar la grandeza y agitada serenidad de la Annunciazione de Leonardo. Ver a Botticelli en vivo es ver su pintura con otros ojos: deja de ser simplemente el pintor de la línea para comprender que su grandeza reside también en ese extraño color y en la elección del formato.

Cómo, en fin, quedarse tan absorto ante la Bataglia di San Romano tratando de comprender qué es lo que movía a Paolo Uccello y a los suyos a pintar con esa pasión, con esa fe en el trabajo, con esa delicadeza siempre cargada de talento arrollador, de innovación, de búsqueda...

Descansar, descansar un algo todo este turbión antes de visitar la Santa Croce y adivinar en sus tumbas a Michelangelo, Maquiavelo y Galileo. Descansar un algo antes de subir al piazzale del Oltrarno para ver el atardecer sereno de una Florencia que rasga en naranjas el cielo gris con las agujas de la torre del Palazzo Vecchio y de la cúpula del Duomo, amado Giotto.


11 MAY ‘96
IGLESIAS

Florencia, la de calles y plazas como de cuadros de Chirico in restauro, alberga la más vasta obra del Beato en la iglesia de San Marco de delicioso claustro de retiro invadido por los miasmas de ocho mil liras.

Fra Angelico, siempre beato, siempre divino, pinta madonnas tiernas, tiernos crucificados y tiernos juicios finales con toques de lejana tragedia, pero tiene muchísimos aciertos, más de los que una lectura contemporánea le pueda dar.

Así el Giudizio universale y una vez arrastrados, empujados y engarfiados a las simas del infierno las llamas se convierten en la sangre de los condenados creando en el espectador esa similitud de inextinguible fuego interno en la sangre del pecador; asimismo, los condenados a caldera se convierten en banquete de sí mismos en acto de auto-antropofagia, mientras que en el Paraíso, y por contraste, los ángeles abren las puertas inundando sus caras con luz de oro.

Así, de nuevo, en la predella de San Cosme y San Damián los arqueros se ven asediados por sus propias flechas, las piedras contra los lapidadores y las llamas contra los incendiarios.

Uno no se va de San Marco sin evidenciar la quietud de todas y cada una de las celdas decoradas por el magisterio del beato en pura antítesis con la que ocupara el prior Savanarola, pues los dos cuadritos que describen la ejecución de este dominico revolucionario son tan inquietantes –cuando se conoce la piazza della Signoria- como su perfil de cara aguzada que dejan el sabor de la angustia más terrible.

***
El Buonarotti tiene su tumba, como ya se dijo, en la Santa Croce, pero su gloria la tiene en la capella nuova de San Lorenzo con el enfrentamiento conceptual que las figuras masculinas y femeninas mantienen en las tumbas de los Médicis: ellos cara a cara con los rostros aún ocultos en la piedra –ensimismada interioridad-, ellas con la pretendida voluptuosidad de sus carnes, pese a La Notte.

Innegable, por último, la visita a Santa Maria del Carmine para ver los frescos del gran Mantenga, de Masolino, etc.

***
Hermoso el verde de Toscana bajo el cielo color tubería de esta tarde de autobús. Todas las acacias en flor sobre estas colinas pacientes salpicadas de tejos y cipreses. Un paisaje para descansar la vista: la realidad, la vida, la primavera que sosiega y embelesa, una masaje para las sienes.

Hermosa la lluvia toscana que acaricia el paisaje con nieblilla de atardecer y que recuerda a aquella lejana Guipúzcoa de juventud si no fuera por algún salpicado estallido de amapolas en este viaje a Siena.


12 MAY’ 96
PALAZZO BONSIGNORI

Pinacoteca de Madonnas y crucificados, ellos con su dolor y su tragedia, ellas siempre con sus hijos gorditos que algo llevan en las manos (un pajarito, una flor, una moneda...), madres con sus velos negros más o menos ricos, con su mirada prendida del niño o interrogando al espectador. Madre e hijo.

Pintura de serie B sin grandes obras maestras, pero pintura con efectividad, pintura aún más digna por ser una pintura sin necesidad de colas.


PIAZZA DEL CAMPO

Tomar una cerveza frente a Fonte Gaia y sentir cómo el mundo discurre al paso de ciertas morenas –venus anadiomenas- que a golpe de tacón hieren la concha en abanico de dei Novi. Japonesas que se pintan los labios en las terrazas de las cafeterías, junto a un plumazo de japonés que consulta amanerado su reloj de pulsera de plástico amarillo, tifosi italianos que alteran los nervios con sus cantos de clan, alemanas con ponchos de plexiglás rojo, alguna rubia estupenda que se lleva los deseos entre los rasgados de sus vaqueros, modernos con la visera en la nuca, pensionistas suecos tras un paraguas amarillo... pero, sobre todo, adolescentes, muchas adolescentes que vibran inquietas bajo el cielo gris de esta mañana sienesa.


PALAZZO COMUNALE

La Golfa, como todos los relojes de la Italia renacentista, marca horas incomprensibles. Más parece vivir una vida de falo y de corazón que de cerebro. Sin embargo, la torre da entrada a la gruta medieval por excelencia: Simone Martin, Ambrogio Lorenzetti, Spinello Aretino, Giovanni de Cristoforo y Francesco D’Andrea legan testimonio de su época en frescos impresionantes como los del salón dei Novi.


DUOMO

La casa de las cebras tiene en Siena hermosa forma de catedral.

A este maravilloso paso de peatones al cielo se llega subiendo cuestas y se visita como si uno fuera una ficha de parchís, tal es el ir dando saltos de pavimento en pavimento para ir a caer en símbolos como La ruota della fortuna o la Lupa sienese; y este ir y venir es observado por los bustos de todos los papas que desde la cornisa, por encima de los arcos de medio punto, parecen iluminar el increíble púlpito de Nicola Pisano.

De planta octogonal y presidido en la balaustrada por la crucifixión, un labrado de platero nos recuerda tragedias como la Strage degli Innocenti, como el Giudizio finale con i dannati, como las deliciosas escenas de nativitá. Pero, si de símbolos cabe hablar en esta obra, son las bases de las cuatro columnas las que se llevan la palma, pues puede verse cómo las palabras del sacerdote se ven avaladas por dos leones y dos leonas: ellos, devorando caballitos; ellas, cabras mientras amamantan a sus cachorros como imagen, quizá, de elegidos y desechados del Verbo pues uno ha querido ver en este púlpito un monumento a la palabra.


LIBRERÍA PICCOLOMINI

Siempre en el Duomo, pero siempre pagando, uno puede regocijarse con el horror vacui al que son sometidas las Gracias -copia de Praxíteles- donde se puede sentir la gracia de los desnudos griegos, su ligereza y rotundidad, Pero, es por las paredes, por el techo -sin centímetro alguno que se deba al blanco- donde se ve el trabajo como recién pintado del soberbio Pintoricchio: su pintura, como de salón, es elegante y precisa, colorista y diáfana; anecdótica, pero agradable; literaria, pero efectiva.


MADONNA

Ciertas madonnas del quatrocento italiano son imperecederas, en especial aquellas que parecen más del trecento, como ésta sienesa Madonna col Bambino, de Mateo di Giovanni, que lleva en su cuño una fuerza más de amante que de virgen o, como poco, de venere svegliata en su pureza (no en vano, y por la misma época, Jean Fouquet ponía el rostro de Agnès Sorel, amante de Carlos VII y prototipo de belleza de la época, a su Virgen de Melun).

Esta tipología de mujer entronca con los extremos del puente de la cultura: el de arranque, hace miles de años y el de nuestro siglo, con el surrealismo y las figuras de la Nueva Objetividad, con Christian Schad al frente. En todo caso, la pervivencia italiana está asegurada con los verdes y rojos, las nubes inquietantes, la atemporalidad, el estatismo y la especialidad de Giorgio de Chirico: el tiempo parado como en un segundo cualquiera esperando a un tren.

Estas herederas de las venus auriñacienses mantienen un cierto erotismo más evolucionado y sutil. No son tantas las diferencias iconográficas: el cambio del volumen de la carne por el de la luz de la carne; la forzada expresión, por la aparición del gesto impertérrito y la mirada -siempre fuera del tiempo-, si bien se mantiene la sensualidad de unos cabellos rojos y unos finos labios; los tatuajes se vuelven delicados velos y transparencias, brocados cincelados; los símbolos de fecundidad –lenguas de oso, ictiofalos, etc.- cambian a coronas, quizás de santidad, pero también de selección, acotación; los atributos marcadamente sexuales –virgen, pero madre- por atributos: niños, ángeles, frutas, ramas, pajarillos, etc.

Astarté rediviva, Artemisa, Perséfone, Isis, Diana... todas con el tono cerúleo color marfil de hueso magdaleniense: figura de mujer que trasciende el tiempo como lo hace una diosa vikinga que devana entre sus largos dedos la clepsidra de la vida.


14 MAY’ 96
RETORNO

Tantos lugares visitados, tantas imágenes devoradas en esta enorme comilona para digerir en tan breves momentos; como ahora, al dulce sol del jardín de la Accademia, empachado, vuelto al delicado ajetreo de las palmas y los geranios, de las hojas del amado magnolio.

Nuevos insectos que se prodigan, margaritas desconocidas afloradas en la ausencia, todo un mundo recuperado para lanzar un bostezo a los cielos de Roma. Poder degustar con la complacencia de un cigarrillo y una Peroni (los pies desparramados por la hierba) el paisaje de la Toscana, recuperando con las gasas del recuerdo la belleza de este país pulcro que ya siempre permanecerá en el corazón como un dulce sueño.


15 MAY’ 96
ARENA DEL TIEMPO.
TIEMPO DE ARENA

Ya el Tiempo se acaba. Las arenas del reloj deslizan su agonía, precipitan los sentimientos.

Comienza la sensación de que una parte más de la vida se queda –esta vez entre las piedras de Roma- como un pequeño poso más de los muchos que se amontonan en todos los rincones de esta enorme escombrera de ciudad cargada de historia.

Un montón de trocitos de alma que se prenden, sobretodo, de este tótem de magnolio que siempre se recordará con la fuerza de resistencia bajo la tormenta o con la gracia que despliega su enorme corpulencia ante la brisa de la primavera; trocitos de alma que se quedan fijados en la retinas de todas las madonnas vistas y que son acariciadas en sus pieles, en sus manos, en sus velos y en sus mantos con el halago de la admiración; pedacitos de alma diseminados por los paisajes de este país al que nunca quise venir por no caer víctima de este enamoramiento cerril con el que castiga Italia al corazón; y un gran trozo, casi toda el alma, que se quedará para siempre como suspendida junto a todas las almas en el hueco enorme de la bóveda del Pantheon, espacio de la sagrada mente humana.

Qué nos quedará para el regreso sino la melancolía del rechazado. Refugio en mis tres para recomponer los pétalos de una flor exhausta de admiración.


19 MAY’ 96
ESTATUAS DE JARDÍN

Entre la hojarasca, bajo la bóveda vegetal de arbusto y cañas, las estatuas clásicas, siempre bellas y congeladas en sus carnes de piedra, miran cada una su porción de espacio para siempre.

Ninfas elevando sus codos y sus senos a la gloria del cielo y proclamando gozo en el contraste de sus formas con loas de troncos y ramas, continuo ir y venir de la tierra al aire, ritmos ctónicos.

Narcisos de formas siempre mórbidas que se apoyan con suavidad al borde de los estanques color de sus ojos de mármol y en gesto inútil de alcanzar con la punta de los dedos su belleza reflejada en la superficie de unas aguas quietas.

Adonis, que enredando sus dedos de bronce en los cabellos de bronce mojan sus pies de bronce en el frescor de un césped impoluto mientras contemplan una eterna sucesión de estaciones: al abrigo de las sombras del estío o al castigo de las nieves siempre sus sexos desnudos expuestos.

Fuentes continuamente fálicas frente a hércules de mazas lacias. Putti cabalgando peces. Venus bivalvas.

Ondinas a lomos de delfines primaverales. Mercurios hermafroditas con formas de vuelo de rana.

Amazonas sobre caballos que portan tridentes afrodisíacos. Hermosas adolescentes que dejan colgar sus senos en el abrazo a cabras juguetonas.


21 MAY’ 96
SANTA CECILIA

Tantas veces vista en forma de vaciado de escayola por los pasillos de la Accademia, la figura de Santa Cecilia nos ha servido para dejar los vasos de vino medio apurados, los palillos con sabor a gambas o jamón y las servilletas hechas pelotillas con la grasa de los ágapes.

Varias veces la iglesia cerrada a modo de dulce penitencia hasta que, por fin, uno se encuentra con la realidad de esta figura tumbada de lado, con las manos atadas a la altura de su regazo y con el rostro oculto por el cabello. Este delicado mármol que mira a través de una sólida losa al interior de su tumba -al interior de la tierra- se muestra como huyendo de la ferocidad del mundo para ofrecernos de su cabeza una sencilla oreja envuelta en largos cabellos de adolescente y un tremendo tajo en el cuello, enorme ofuscación en el martirio representado en su final con toda la contundencia simbólica de Stefano Maderno, en 1599.


23 MAY’ 96
SANTA SABINA

Desde el Aventino, Roma se deja ver entre los brazos de los amantes y el sol del atardecer.

Entre las casas y los árboles surgen las cúpulas de la sinagoga, de Sant’Andrea della Valle; y de Sant’Ivo alla Sapienza sobresale su cucurucho señalando la dirección de la siempre por fuera extraña cúpula del Panteón.

La oposición viene dada por el contraluz del Gianicolo y el recorte de la cúpula vaticana con el siempre hortera monumento a Vittorio Enmanuelle, altar de una patria que, afortunadamente, tiene infinito mayor gusto que ésta su representación.

La deliciosa iglesia de Santa Sabina contempla este paisaje mientras las flechas de luz multicolor que se filtran en su interior hieren las tumbas, lápidas y paredes de su única nave.


24 MAY’ 96
LEONARDO

Tener la capacidad del estudio, el don del análisis, el poder del método y la trascripción. Dejarlo todo escrito en un espejo: hablarle de las aguas a un espejo. Llenar el río de espejos.


27 MAY’ 96
IL GESÚ

En el recorrido por las naves del Gesú se puede sentir un cierto tufillo que se reconoce como de rumor de sotanas y ello a pesar de que estén quietas, aisladas entre los bancos de genuflexión y orantes. Si se esparciera por el quieto aire de polvo en suspenso un aerosol de sana malicia podrían verse líneas punteadas que, señalando de cabeza a cabeza, irían todas a confluir al altar de San Ignacio de Loyola para multiplicarse en el espacio con los reflejos de tanta artificiosidad.


28 MAY’ 96
VILLA GIULIA

Nada hay como entrar en Villa Giulia al comienzo de una tormenta y secarse la camisa al aire cálido que recorre el porche semicircular bajo las ficticias hiedras sujetas por putti pintados al fresco.

Nada hay como sentir el trémolo de las hiedras naturales del ninfeo bajo los truenos, cuando hasta el espíritu de las medrosas ninfas se estremece en el mismo instante que duran los ecos de los peces cristalizados en el estanque gris.

Nada hay como sentir, siempre bajo la espesa lluvia de la tormenta, la sabia ligereza de los etruscos guarecido en el pórtico de su falso templo y al abrigo de una cornisa de puntilla alada.

Bajar a las tumbas de cartón piedra le hace a uno sentirse en recorrido hacia la alcoba definitiva, hacia el saloncito de la eternidad en el que los esposos –él coronado de semicírculo, ella de triángulo- pasarán los tiempos del sarcófago al descalzador en una más que muda conversación mientras tapean con los Kylix.

Hace veintiséis siglos que murieron los esposos dejando huella en el barro de su sonrisa siempre etrusca, y es que los etruscos siempre sonríen de muertos, cuando menos, lo hacían al reclinarse muy juntitos para elaborar incomprensibles –pero muy tiernos, siempre ligeros y graciosos- lenguajes de manos.


30 MAY’ 96
VILLA MEDICIS

Para llegar a sus jardines primero ha de atravesar uno ese laberinto de confusión de los sentidos que es la escalera de Piazza Spagna y es que a flores tan bellas se torna uno moscón: flores en motorino, flores de piernas doradas, flores negras con manojos de cabellos negros, flores blancas de pechos primaverales, flores de todo aroma y color... pero es flor también Dominique, bibliotecario de la Academie Française, quien, demasiado amanerado para ofender, nos introduce en los doce rectángulos del jardín.

Hermes, por su lado, nos dirige a la plaza central enfrentado a los prisioneros dacios; a su derecha, la biblioteca y la loggia que pintara Velázquez y que hoy llaman de Balthus porque allí trabajó el que fuera director de la institución y frente a ella los citados rectángulos que guardan las huellas del pintor.

Imposible sustraerse a la inquietud del grupo escultórico de Niobe que se ordenara copiar y hacer surgir de los acantos con sus tantísimos hijos clamando socorro, elevando brazos y desencajando gestos: el desasosiego es inmenso.

Todo lo contrario al rectángulo de los bambúes donde todos los sonidos se acallan cuando la brisa mece el bosque de cañas, cientos de cañas clavadas a la tierra que reclaman el silencio para dejar escuchar tan sólo el jadeo de los sátiros que se masturban... y uno quiere quedarse a vivir allí guardado por las Hermas que custodian todos los esquinazos de los setos.

Al otro lado de la plaza -y llegado por un estrecho camino entre muros sienas pleno de rosas y mandarinos- se llega al reflejo contrario de la geometría, el Bosco di Lauro donde pían pájaros y oscuridad y hacia donde, guardado por guardianes bicéfalos, se llega a la escalera astronómica que nos conduce a un belvedere subido a la cima de un túmulo tan alto que las encinas podadas ofrecen una alfombra a sus pies y desde donde se puede ver a ambos lados una Roma verde y una Roma de atardecer, roja, amarilla y siena.


31 MAY’ 96
MUSEOS VATICANOS

Uno sospecha que haya algún alma velando por la pureza de la tuya cuando, inopinada e invariablemente, sin excusa alguna, te encuentras continuamente cerrada la colección del Museo Gregoriano Profano.

Teme esa alma, también, que uno se escandalice buscando pitilines a los sátiros del siglo IV a. de C. y por ello se afana, braghettone despiadado, en sustituir sexo por hojas de parra en el convencimiento de que es menos obsceno cercenar penes de mármol para sustituirlos por mondongos de yeso que darle pábilo a la posibilidad de irse con el pensamiento por derroteros ajenos a la fe.

Esta alma de Dios ha perdido algo y ha emponzoñado lo primigenio y así se ve sin futuro. Son insostenibles su tesis y su estética: no hay más que darse una vuelta por las salas de arte religioso moderno para darse cuenta de que, salvo honrosas excepciones, ha perdido el pulso de la historia.

Esta alma, cuidadora de la nuestra, se enfrenta a un problema de adaptación -como si lo religioso tuviera fecha de caducidad- en su interpretación de la religiosidad, del seguimiento de las preocupaciones de la sociedad en cada uno de sus momentos históricos, de las inquietudes y lenguaje de sus contemporáneos, de sus formas, que no son sino el espíritu de los tiempos.

Oteiza y Chillida, (a quienes –no se sabe si por vascos- se les ve la revelación del auténtico sentido religioso), olvidados por los suelos, son de los pocos que se libran en esta pomposa colección vaticana. Está también el gran decorador, Matisse, para recordarnos que su mayor obra religiosa está, no en Roma, sino en Vence. Lucio Fontana, pero su concetto spaziale no es tan profundo como cabría esperar –hay mucho más Fontana- para, precisamente, unas puertas como las de la catedral de Milán. Henry Moore, que se centra más en la carga social del sufrimiento que en el puro sentimiento religioso...

Dónde están, en cambio, Rothko y Malevitch, puede que Mondrian, incluso un Hooper con, por ejemplo, esa intuición de Sol en una habitación vacía... es decir, el auténtico arte de la espiritualidad para exorcizar tanta espigosa artificiosidad triguera y tanto pez de carta de restaurante que sólo ensalza una pieza algo mediocre del siempre venerado, adorado Klee metido aquí como con apisonadora.

***
Miasmas de embobado público por los suelos y, por los techos de la sixtina, decadencia manierista a borbotones soportado -todo ello- tan sólo por la maestría de Perugino, Rosselli, Ghirlandaio, Botticelli y Signorelli, a quienes nadie hace caso por estar ocupados en soltar baba con los colores eléctricos de un mítico jorobado: algún acierto, pero escultórico.

***
Nunca me sedujo visitar el interior del Castel Sant’Angelo porque, desde el primer momento, me bastó con el imponente poder de seducción de su tremenda molicie -saberlo mausoleo del gran Adriano y parte de la mura aurelia- y es que algo de malicioso tiene un lugar cuando de tumba pasa a ser castillo de resistencia y vía de escape del enemigo (¡una tumba-vía de escape¡) o quizá sea por la diabólica inclinación –perfecta en intenciones- de sus murallas pentagonales del s. XVII.

***
Cómo soportar tanta mirada de romano espiándote desde sus cabezas en el Museo Chiaramonti...


2 JUN’ 96
DOMINGO

A este último mes romano le han rasgado el cielo de mediodía con una escuadrilla de aviones de combate que dejaron un acuchillamiento verde, blanco y rojo. Apareciendo por levante, el ruido tricolor traza algodonosas heridas para desembocar en la cabeza de Garibaldi que lo mira diluirse sobre Villa Borghese.


3 JUN’ 96
TERMAS DE DIOCLECIANO

Segunda visita, esta vez en adiós, a unos cuerpos en los que la fachada de erotismo oculta las relajadas tensiones del espíritu clásico. Cuerpos para abrazar en un lecho de pasiones académicas; cuerpos de príncipes y de diosas, cuerpos eternos, repetidos, despiezados: cabezas desnarigadas de sátiros, venus aferradas a sus cabellos sin cabeza, torsos sin culo y hasta culos sin torso, pero siempre cubiertos de esplendor humano.


4 JUN’96
MARTINIS

Unos martinis en el jardín y entre las ánforas de nuestra Uscatescu atraen a lo mejor de la Accademia: Ciria, montando el cirio. ¡Qué envidiable talento para vivir tanto en las callejuelas adyacentes al Ponte Sisto, como en el mismísimo Hilton Roma, donde las cervezas se multiplican como si las trajeran de Canaán. Nunca comprenderé la soltura y conjunción en el rastro de un carboncillo, arrastrado por metros de tela pisoteadamente blanca, con perfectas salpicaduras de rojo y negro si no es en la generosidad con la que –el becario miniaturista- derrama vino con sus amigos:

Juanjo, Ciria, Hilario y Antón
al abrazo pasean
los hermanos Dalton


6 JUN’ 96
SIRENAS

En Roma el mar no existe, el mar se siente en el vientre y en la sangre; es la humedad primigenia, son los cantos de sirena y toda la mitología junta. Aquí los barcos no se hunden, sólo se anegan nel vuoto infinito.

En Roma embriagan Baco y los versos de Catulo, se pierden los sentidos. Si en algún sitio se hace realidad la Fontana de la Eterna Juventud, es en Roma: sirenas rubias, sirenas brunas y pelirrojas, barcos de los deseos que se estrellan en escollos con forma de pechos y que se precipitan a simas profundas en forma de uve. Marineros con rumbo a Penélope que naufragan por no tener el coraje de amarrarse al palo de mesana.

Experimentar y sufrir, enloquecer con el norte en Telémaco.

Tomar la determinación. Elegir la fecha de partida porque ya es primavera avanzada; ya es mucho el tiempo desde que las granadas reventaron, desde las últimas calas y los primeros lirios; pasaron los fríos y la flor de azahar, las lluvias y las tormentas, se consumaron tantos vasos y tantos enemigos, se escucharon tantos cantos y soplaron tantos vientos que una vez llegados al florecer de las adelfas uno piensa en su propio jardín: tranquilo y hermoso.


8 JUN’ 96
CALOR

Días de calor. Tardes y noches de calor. Calor. Calor desnudo, sudor vestido; el aire en suspenso y espeso; la humedad detenida en el más alto porcentaje extrae aún humedad del cuerpo. Sobra el pelo y sobra la piel: abrirse el pecho en canal para ventilarse. Beber y sudar, sudar bajo la ducha. Calor y calor nublado, de ensordecedora paranoia ya que sudan las sábanas entre las piernas y suda el teléfono entre las manos, la estilográfica suda, sudan las moscas y el magnolio suda. Sudan los pensamientos y así hasta el Pinoccio suda por su frente de madera.


9 JUN’ 96
DÉJEUNER SUR L’HERBE, SÉCHE

Las laderas de la Villa Doria Pamphili están hoy clavadas a la tierra con enormes pinos romanos y bajo su cúpula de puntilla –elogio del retrato de Ginebra Venci- los becarios comen calor con sus amigos romanos mientras estúpidos atletas con músculos de latón sudan un más que probable infarto.


10 JUN’96
TILOS

¡Y ahora este olor dulzón a tilo, que todo lo invade!

Olor casi empalagoso, siempre de meretriz, este olor que sacrifica olores en la noche y que inunda las sombras, que fluye sobre los tejados y a través de las ventanas; este olor que no distingue barrios y que espesa el aire de todo el universo haciéndolo soporte para el vuelo de las polillas que surgen a miríadas de la oscuridad como guiños histéricos de luz; este olor que excita la inquina de los mosquitos y la belleza suprema de las luciérnagas; este olor que apenas deja sentir el rumor del agua en la fontana de las gacelas de bronce en el jardín de los fratres; este olor fantástico, enfermizo y de dejadez que inunda el pecho de mareos y ensoñaciones.


12 JUN’ 96
VIA APPIA

Plena en resonancias de sandalias, la Via Appia se hace eco de la simbología del camino por antonomasia: el caminar del hombre apenas calzado y casi vestido que, antorcha en mano y mudo, se dirige a su tumba en el confín de su destino, más allá de la ciudad, al otro lado del muro de sus deseos.

La Via Appia Antica es roja de tierra y alcornoques y verde de encinas y cipreses; es un camino sin fin lleno de sangre y esperanza secas en una mañana que tiene luz y sabor simbólicos de atardecer. Un camino casi recto de lamparillas olvidadas y de aceite consumido que todavía conserva un aire de rampa de lanzamiento que es la de la muerte en la tumba de Cecilia Metela.

Urnas cinerarias para libertos y relieves heroicos de cuerpos desnudos, bustos rítmicos de familias cuyos nombres se han borrado en el tiempo de las tumbas saqueadas o derruidas, apenas trozos de muro que aún conservan el eco de la tremenda pregunta que se le hace al caminante: Domine, quo vadis ?

(Posado sobre una piedra, el presente se palpa en las carnes de una prostituta que desde su lado de la calzada observa absorta la escultura decapitada de una mujer que se protege de la muerte con su manto).


FOSSE ARDEATINE

Trescientos treinta y cinco sentimientos de estupor desaparecieron de sus cuerpos la noche del 24 de marzo de 1944; luego, dinamita.

El gran Peruggini construyó la imponente losa que no silencia sino que retumba con un furor constante: solamente vistos en el interior de los dólmenes, estos intersticios de luz de tumba megalítica airean las sombras de una historia tan reciente que aún resuena el dolor.


SANTA AGNESE

A Santa Agnese le crecen los cabellos hasta las profundidades de la tierra para convertirse en una maraña de raíces con nombre de catacumba.

En las tumbas expoliadas, sólo un poso de barrillo; en las urnas excavadas, pequeñas piezas carcomidas que recuerdan a huesos.

En el silencio enorme y por el frío inerte de los corredores, los pocos restos se sorprenden al rodar de las boleras que tienen por techo. Tantos trozos de lápidas, tantos signos de palomas con olivo, de excavadores paleando tierra, símbolos de oficios, nombres incompletos, tantas vidas pasadas se conmueven para siempre cuando la parca salpica el vacío de bolos abatidos


SANTA CONSTANZA

Nublado, sí, pero calor espeso de tormenta que no acaba de descargar sobre la bóveda de Santa Constanza, sobre sus mosaicos de escenas campestres que mantienen firmes las teselas del emparrado.

Podría decirse, por el olor a ozono de la atmósfera en el jardín, que la iglesia es una pila voltaica, tal es la fuerza magnética que este templo circular despide desde su ara central cuando el sacerdote, ocupado en esponsales, alza desde el altar sus brazos al casquete de la bóveda.


VILLA TORLONIA

Al pasar frente a Villa Torlonia, en medio de la tormenta, se recorta sobre un grasiento cielo especialmente negro y enmarcado por fantasmagóricos y enormes árboles -también negros- el espíritu color ala de mosca de Mussolini en forma de escultura femenina decapitada que, recogiendo su manto con el izquierdo, levanta su brazo derecho al rayo.


13 JUN’ 96
BOMARZO

Hermosa Umbría, también en primavera...

A pesar de este tremendo calor los verdes mantienen su misterio y, aunque la atmósfera está sucia de calima, los pueblos coronando montañas siguen recordando la mano de los pintores del quatrocento.

Hermoso igualmente Bomarzo, mirador de estrechísimas calles cuajadas de geranios, petunias y claveles que suben por características escaleras exteriores para ganar vivienda a las antiguas cuadras. Pueblo de abuelas desgranando guisantes bajo arcadas, y de abuelos sentados en las mecedoras de un tiempo que ven pasar con la misma perezosa mirada de unos gatos que siempre sestean entre las macetas de balconadas y ventanas.

Presidido por una inocente -y por lo tanto hermosa- escultura de San Anselmo, el pueblo tiene pocas obras de arte, ya que las esculturas diseminadas son un auténtico horror del artista contemporáneo de turno que, a fin de cuentas, no hace sino continuar la tradición de graciosa mediocridad del interior del Palazzo Corsini a pesar de la imponente planta del edificio alzado sobre los escollos de una bellísima ladera.

Este palacio no deja de ser en sus decoraciones una cómica sorpresa -en especial los estandartes- pero, aún hay, perdiéndose por los pisos, muestras magníficas de desidia y abandono.

Su aspecto más sobrio y magnífico se presenta sesteando en la ladera opuesta al pueblo, desde el Parco dei Mostri: la serenidad vista desde la pesadilla.


PARCO DEI MOSTRI

Los monstruos están siempre presentes, pero no siempre tienen alma; y es que en un día de sol tan mayúsculo los monstruos prefieren dormitar: como cuando se va al zoológico, que al llegar a la jaula de los animales favoritos éstos están de siesta, y es que para visitar esta fantasía se ha de elegir un típico día de la Umbría -es decir, de lluvia y gris, a poder ser con algo de niebla y con un algo frío de luz de amanecer-, si se quiere contemplar en su máximo esplendor la piel de estos engendros que no es sino de musgo y líquenes: Ogni pensiero vola.


14 JUN’ 96
LABERINTOS

Todo se destruye más que se desvanece. La tormenta que no estalla, la presión atmosférica haciéndonos sucumbir, cualquier cosa que no se sabe, algo que hace poner un puente de más a la eme.

Dos vasos de vino para estar imposible, algo que sucede en las cabezas, en el vientre, un calor que se expande por las vísceras.

Tormenta. Tormenta en las cabezas, tormenta sin aire que se mueva, principio de eclosión. Misterios de la mente, del comportamiento, inquietudes de locura, laberinto de confusión.


15 JUN’ 96
DESPEDIDA

Todos los tiempos dejaron sus bustos, y en los Musei Capitolini se alinean los romanos.

Hoy, en este comienzo de auténtica despedida, se quisiera arrancar uno la cabeza para posarla junto a las demás –ejercicio de tiempo- en homenaje a esta Roma amada o ponerla, tal vez, a los pies de esta belleza enorme y siempre nueva de la Venere Esquilina –ofrenda sublime a la diosa- o dejarla sobre el pedestal -adoración de lo humano- de este Apolo para gozar siempre de la noble animalidad de su cuerpo.

Contemplar por los siglos al Cacciatore policletiano y bizquear con el ajetreo de su liebre entre los ritmos de las ramas y hojas de su árbol de mármol.

Meditar con el niño que se desnuda de la máscara de viejo y pensar en la parodia de su contrario para resolver los misterios del tiempo y de la edad de la vida.

Jugar con los pensamientos de los jóvenes sátiros inquietos de gozo y ebriedad de vivir viéndoles siempre con los frutos de los deseos enredados entre los dedos, entre sus colas, entre sus sexos.

Disfrutar del delirio de los ritmos de las vestimentas etéreas de ménades danzantes para dejarse llevar por la locura entre sus senos, entre sus piernas, antes de caer entre las fauces de la Lupa Capitolina, madre sola y verdadera...

Dejar la cabeza entre los bustos con la expresión fijamente atónita de la Testa Feminile del tesoro de Hera, en el Museo Barracco: línea de bronce que dibuja las pestañas de un rostro de mármol blanco, desnarigado.


17 JUN’ 96
ADDIO!

Ascendiendo a golpes de tímpano, alejándome a base de arcadas por las lágrimas no reprimidas y derramadas en el güisqui y en el insomnio: insoportable levedad del volar sobre el mar y entre la nada en un gran Alitalia que cruza el Mediterráneo. Sujetarse en el aire con el estómago vacío, un vacío que no es euclidiano, una referencia puramente animal que mantiene la incógnita de la verticalidad: angustia epicena.

Alas de sueño, de cansancio, de despedida insufrible, de deseado retorno: orejitas de Paula y Alejandro. Labios de María, misterio de la fuerza por venir...









II

VIVIR SIN ROMA



“Siento el tiempo con un dolor enorme.”
Fernando Pessoa
Libro del desasosiego.



28 JUN’ 96
PLANO

Vivir sin Roma.

Vivir tras de haber habitado la cima del monte Áureo, habiéndola conocido bajo los dulces dorados de otoño, el hermoso negro de las tormentas de invierno, el tierno verde tornasolado de la primavera.

Vivir ya sólo para recorrer la vida por los caminitos blancos de un plano de hamburguesería; seguir los puntitos trazados sobre el papel para recorrer el nunca pagado autobús número 75 pretendiendo afianzar los recuerdos para no conseguir sino empañar aquellos paseos solitarios o cogido de la mano ante lo que ahora no son sino castillitos, columnitas y monumentos dibujados sin la pasión de lo que fue; acotado, encerrado en un numerito que dice 68, cuando debiera decir café y donde dice 69, beso.

Olvidar el lento, pero continuo y oscuro recorrido de las aguas del Tevere para verlo ya siempre como un garabato azul celeste que cruza un elemental y desapasionado dibujo llamado Roma.

Sufrir la incapacidad de abrir una puertecita en el símbolo número 24 para volver a sentir un pálpito frente al altar de Santa Maria in Trastevere; acostumbrarse a vagar –olvidando las terrazas, los portales, placitas y callejuelas con el dulce sabor del abandono y decadencia del Campo di Marzio- por un incongruente laberinto de pequeños rombos de color amarillo.

Dejar que el olvido vaya lentamente royendo al recuerdo de los amigos, los rincones, los deseos, los olores y los colores... ¡Cómo se puede ser tan bruto para pintar Roma con rayas y puntos de color verde, blanco y amarillo!


4 JUL’ 96
PIAZZA DELLA MALVA

Encerrado en una gran campana de nostalgia los días se suceden sin Roma y sin el Café de la Malva, sin la pequeña plaza que lo acoge donde habitan ya tantos de los momentos más gratos.

Llenar todas estas páginas de malinconica agonía, llenar el alma con el recuerdo de los desconchados de las paredes de la plaza y de las ventanas por las que todavía asomarán mujeres y ropa tendida; dejar el espíritu de los colores mates de las paredes con tantos momentos que no quedaron sino como escenas latentes a falta de que la inmisericorde historia les eche un cubo de revelador y recoger así, de nuevo, tan sólo una vez más, la euforia de la primera noche en esta terraza con Jesús Rueda y César; revelar para el goce las mañanas de sábado con Antón García-Abril en las que la miseria de los bolsillos hace hablar de la arquitectura y la matemática de la música y de los proyectos de futuro, mientras un delicado sol de invierno nos calienta los rostros y las manos como a los desheredados de Miracolo in Milano.

Tantas flores cortadas en el Café de la Malva a golpe de vino blanco malo y dedos entrelazados de amantes; tantas palabras dichas y ya olvidadas; dejados en los bajos del tavolino tantos deseos con sabor a tramezzino di tonno e birra piccola; y como imagen de los momentos que parecen eternos, pero que se consumen en el tiempo, tantos cigarrillos fumados en el placer del instante y diluidos en el espacio en forma de columna de humo que recuerda las gasas flotantes de las mujeres de Botticelli.

Recuerdos: sabor agridulce de tiempo pasado. Pasado.


25 JUN’ 96
GIARDINO MALINCONICO

Roma no existe: es tan sólo un estado. Es un sueño de adolescencia con la amante que no se tuvo y que en el afán de recuperarlo se pretende retomar al volver a la cama.

Roma no existe: es tan sólo el recuerdo de unos besos que se recibieron en el primer baile, pero que al volver del próximo domingo se agita en la decepción de la chica que no ha vuelto.

Roma no existe, porque es como un olor que no se retiene, un delicioso aroma a algo que desapareció entre los jardines de la melancolía.


1 AGO’96
RÁFAGAS

Tan usada como certera palabra cuando va unida al recuerdo: de la hierba de Bomarzo a la tierra seca y amapolas de la Via Appia.


6 AGO’96
VISIÓN

Una estatua sola y desnuda rodeada de silencio y verde oscuro.

En la visión todo se agita bajo la lluvia: los árboles y el aire, el agua que golpea las hermosas carnes de mármol.

Únicamente la estatua permanece inmóvil ajena al tiroteo de lluvia, con su cabeza cortada al pie del pedestal: así podríamos ser Roma y yo.


7 AGO’ 96
PUERTA

Tengo que escribir. Tengo que pensar. He de leer. Buscar más con el pensamiento que con los pinceles. Siempre ha sido así.

Salir del nuevo atolladero de este verano insulso, pródigo en recuerdos, en añoranza de esa puerta de hierro acristalado por la que ya no volveré a entrar y salir. Puerta de la Accademia que traicioneramente se me ha aparecido hoy en el telediario ligada a nuestros nombres.


8 AGO’96
OSTIA ANTICA

Una sola llamada de los amigos, un ring-ring de teléfono es suficiente para volver a creer que Roma es palpable.

Visión de la ciudad como diosa que se remanga las vestiduras para entallársela en las bragas, y que recorre los recuerdos con la carne rosada de sus muslos arqueados como si caminara entre el pajizo de la hierba seca del verano primerizo de Roma, pisando amapolas encendidas con sandalias antiguas o caminando deseable sobre la hierba de Umbría por laderas hoyadas de gacelas...

Adorador de un rito mitraico me siento descender por los túneles subterráneos de Ostia Antica -como por túneles de la memoria- para ejercer de oficiante en el misterio de Roma, la amante.

(Subyugado por la penumbra y la oscuridad recorro el canal uterino, bajo las raíces de los árboles, como un topo sagrado y mudo que escucha amplificada su respiración. Túneles, declives y rellanos -que inequívocamente pertenecen a Jung y se unen por un atávico canal lateral de piedra- dan a un pozo de luz donde Mitra degolla un toro... y dos amantes se besan).


20 AGO’ 96
LUZ ROMANA

De no ser por la forma en que la luz toca esta higuera de higos negros y bastos podría pensarse que ésta es una mañana de luz romana: entreclaros de aquel invierno pasado de cuyos recuerdos se cuelga el pecho abatido por estos días de angustia.

Tal vez es simple pero, qué hermosa es la luz cuando el corazón se mueve a su ritmo...


24 AGO’96
EXTRASÍSTOLE

A ráfagas se acerca el otoño en estos días de aire frío que sacude y espolea las almas.

Tiemblan las copas de los árboles y tiembla el corazón de profunda inquietud, los periquitos se han doblegado y los higos caen sobre la tierra a golpe de extrasístole pues, tras cada latido en suspenso, se va el alma siguiendo los pocos momentos de olvido...

De no ser por la forma en que la luz toca esta higuera de higos bastos y negros podría pensarse que ésta es una mañana de irradiación romana: entreclaros de aquel invierno pasado de cuyos recuerdos se cuelga el pecho abatido por estos días de angustia.

¡Qué hermoso es todo lo ajeno a este miedo!

¡Cómo me recuerdo, en un día como éste del octubre romano, camino de la tumba de Keats!


5 SEP’ 96
MONTÁNCHEZ

Ya el tiempo pasa tan veloz... Velocidad con la que pasó Roma, la de los clásicos y la mía. Ya no corre el sol lentamente como en el mediodía de la infancia; se va tan rápido como en el ocaso y con el referente inmisericorde de un horizonte oscuro y a contraluz: se hunde en la incertidumbre, raudo.

Cuanto más pasa, más me pesa y más rápidamente me alejo de mí mismo, hundiéndome en el pasado, en el olvido.

***
Sin embargo, Alejandro está mirando a través del balcón con las manitas envueltas en la luz del sol que inunda la superficie de las cortinas en las que está ovillado. Su cara, iluminada de albores: metáfora para un comienzo.


10 SEP’ 96
PALABRAS

El silencio tampoco existe.

Cuando uno se abstrae de los ruidos que le rodean y que le martirizan descubre el rítmico sonido de su propio corazón y lo escucha inquieto hasta advertir que ese ritmo se ha hecho irregular, fuente de angustia.

Pero, ahondando y buscando, el silencio se topa con un zumbido extraño, continuo y espectacular; un zumbido semejante al que deben sentir los sordos.

Más allá de este ronroneo y queriendo alcanzar el silencio, siempre inexistente, se descubre el sonido del universo en funcionamiento –cuando se hace este descubrimiento siempre es en la noche y bajo las estrellas-, una especie de motor de barco en el que uno no repara hasta que llega a ello, pero que pone en evidencia la maquinaria de los cuerpos celestes en su dar y dar vueltas en la quietud del vacío: el rumor de la maquinaria del tiempo en expansión.

Pero, cuando se traspasa el sonido del tiempo, éste se detiene y acaba apareciendo para siempre el silencio no existente...

Por esto, y aún siendo muy importante buscar el silencio, es preferible utilizar las palabras. Escribirlas, por ejemplo, junto al nombre de Keats en el agua de su lápida; escribirlas, rizando la caligrafía como los cabellos de Ariadna, en el aire; lanzar tizones al negro oscuro de la noche para que destellen como fugaces verbos que latieron en el pecho; retomar al día siguiente los carbones extintos, pero aún tibios como manos de moribundo, para escribir palabras sobre las paredes desencaladas de la vida.

Llevarse a la tumba la palabra palpitar arañada con punta de navaja en el corazón y afrontar así la presencia de la muerte con la inevitabilidad de la angustia y de la soledad que fieles nos acompañaron; aceptando el paso a la eternidad del silencio que no existe sea éste lo absoluto o la nada.

Por esto, prefiero escribir palabras.


16 SEP’ 96
IMÁGENES

Bastan unos segundos de silencio mientras pelo una cebolla o archivo un papel para que aparezca una imagen entre las cejas: una calle, el tráfico en Ponte Garibaldi, el rumor de la Fontana delle Tartarughe, los mendigos de Ponte Sisto, el olor del Vicolo del Piede y aún, me parece que pueda bajar esta tarde a venerar los mosaicos de Cavallini en Santa María in Trastevere o abrir la ventana del dormitorio para dejarme ir entre la copa de los pinos inefables del Gianicolo y entre las águilas de piedra de la Fontana Paolina.

Todavía hoy, que no han pasado tres meses, me parece que pueda abarcar toda Roma desde la terraza de la Accademia: desde la cúpula vaticana a las fábricas fascistas de gas. Siempre Roma, tan honda y tan lejana.

***
Tardes grises, color de melancolía.

Todo suena y sabe igual: el ligero ruidillo del golpear de las gotas de lluvia sobre las hojas ya casi otoñales de los árboles, acompasado por los acordes de todo un concierto para piano nº 24, de Mozart (allegro) que, sin salir de las ondas de Radio Vaticana, inundan el estudio con un sabor a humiditá gianicolense.

Casi todo se ve igual (larghetto): los cuadros romanos en negro y rosa que trasportan el estado de ánimo a la dejadez de la escritura para que sea la mente quien se embarque en los ligeros dedos de las escalas y para flotar por encima de las curvas de mujer del Tevere.

Y ahora, que cierro los ojos, para ya no escribir sino con la humedad que de ellos asoma, veo bambolearse las recias hojas del magnolio a golpes de piano.

(Magnolio de la Accademia que todavía dejará desprender las hojas secas de sus ramas como uno desprende melancolía en esta tarde gris de concierto de piano.


18 SEP’ 96
RETRATOS

Tras una tarde nueva de angustias y una primera noche de ansiolíticos –se es tan vulgar como para no tener nada importante- la cama parece el mejor lugar para tratar de desviar este feroz amaro far niente y para que la mañana esponjosa y gris no termine por llenar el alma aún de tristeza.

Poblada la galería de rostros -como neblinosos- se recuerdan nefandos personajes de quienes no se quiere guardar memoria por carecer de la demoledora fuerza epigramática de un Catulo y de la sutil diferencia que en ellos podría haber entre la definición y el insulto; así, cómo hablar de inefables representantes de la cultura de salón moderno abriéndose paso a golpe de canal de televisión; ingeniosos filósofos de anécdota pueril y, por lo tanto, rodeados de un sinfín de seguidoras que se postran ante él escanciando licores complacientes; jóvenes, pero inflados poetas cuyo egoísmo se disfraza de intimismo-timidez; trepadores, plastas, acosadores... si ninguno de ellos ha llegado a poner finalmente a prueba su inexistente humanidad.

Uno prefiere recordar al hombre del maletín quien, en concurso con la llamada hermana del bolso, hacía el circuito de inauguraciones y conferencias de Roma para proveerse de un buen número de las tapas servidas en aquellos ostentosos e interminables ágapes: maletín y bolso recogían los frutos de aquel pillaje de lonchas de jamón, gambas rellenas, porciones de queso y de cualquier sabrosura de todo aquel deslumbrante y principesco festín servido en calabazas, quesos ahuecados o pinchados sobre enormes frutas más propio de los Borgia que de avispados becarios sedientos de la misma rapiña y que sin solución de continuidad daban aquellos golpes de mano a la sala de visitas donde el direttore guardaba celoso su botín de grappa hurtado a los presupuestos; a fin de cuentas, toda una banda de atracadores desatados en la notte romana.


1 OCT’ 96
DOS RELOJES

Mañana llegaré a Roma para detener el tiempo que pasa a dos relojes: el reloj lento de los días que avanzan para el trabajo, el tiempo detenido del suave declinar de las luces, el tiempo de la soledad no operativa -no deseada pero sufrida con masoquista placer-, el tiempo acordado y no recordado, ese tiempo que no se respira y que sólo pasa al interior de la vida por espesa ósmosis; y el reloj veloz, capaz de alcanzar a la vida en su carrera, capaz de fijar los recuerdos a hierro rojo en el corazón, el tiempo que se rige a sí mismo y que pertenece a la antigüedad o, al menos, a un presente indefinido, ese tiempo que habita en el vórtice de la atemporalidad –tan rápido va-, un tiempo cuyo recorrido comienza en la base de la nuca y es capaz de invertir el cuerpo y su postura de un único tirón, que es capaz de arrancar la cabeza para dejarla invertida al lado de tus propios pies y quedar así, para siempre, inmóvil y con los ojos fijos en una sola y empañada imagen de una realidad que ya no nos pertenece: un interminable atardecer tras la cola del caballo de Garibaldi en su piazzale del Gianicolo.

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Cada vez que este diario se abre entre las manos se abre un agujero en el tiempo.

Sentirse así con la fortaleza y el aplomo del Pantheon mirando por su óculo de cíclope al universo, al espacio haciendo de los dos una única cosa; aún podría decirse que es el universo quien a través de su linterna observa el espacio y el tiempo interior del hombre: esta es la fuerza globalizadora, el símbolo más amplio de la solemne eternidad sacra del edificio.

El óculo, como orificio, es el espacio definido que comunica el fuera con el dentro y sirve de camino inevitable. El vacío del agujero como oposición, un espacio por exclusión del otro. El Pantheon desarrolla -en su peso- un cilindro coronado de una esfera que contiene un vacío: tiovivo de fuerzas dinámicas.

La tumba de Cecilia Metela, el Tepidarium de las termas de Diocleciano e incluso la iglesia de Santa Costanza mantienen una relación con el edificio de Agripa que excede la formalidad arquitectónica. Las cúpulas agujereadas parecen simbolizar relojes de arena por cuyo coladero se decanta el tiempo, pues cada vez que se siente su presencia se da una vuelta al reloj que ponemos en marcha. Es la garganta que transmite aire y pulsaciones al cerebro, espacio de las ideas.


9 OCT’ 96
CÚPULAS

Pasó un verano de melancolías como pasará este otoño de melancolías: quién podrá volver a la decadente pero hermosa sensación de sentir Roma a los pies desde el piazzale Garibaldi, descifrar la inextricable maraña de cúpulas con el placer de quien acaricia los pechos de esa amante loba romana.


12 NOV’96
FUEGO Y FRÍO

Frente al fuego, ante las caricias de las llamas y los carbones encendidos de hermoso, cálido color que ahuyentan los cuchillazos del frío en huesos y riñones –en el alma desesperanzada y abatida- se ven pasar los rubíes a ceniza mientras el flanco de los troncos acompasa la lluvia en el jardín y las lágrimas a los recuerdos.

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Y se apagan las llamas bajo las ascuas, y las ascuas bajo las cenizas y se va el calor de las piernas, de las manos y casi de las mejillas y vuelven el frío y la inquietud. Y parece todo sueño...

Si aún la muerte no fuera tan incierta o dolorosa ni tan húmeda y fría sino, por el contrario, llegara tan apacible y calma, tan sosegada y tierna como este cosquilleo que los carbones sacan del escozor de los ojos y de los tiernos momentos íntimos en los que la vida se ha regodeado...

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Cada cuánto esta sensación de fatiga insuperable, de fracaso cósmico, intuición de que nada funciona... ¡A qué la hoguera se apaga!

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Rebelarse. Rebelarse siempre contra la ceniza que ahoga el calor, contra los cuchillos que siegan los riñones y el corazón y contra los funcionarios que cercenan las ideas.


16 NOV’ 96
DESCANSO

Si el descanso ha de ser eterno uno envidia la postura de Rafael: qué gran sosiego el de la muerte en su tumba al hueco en forma de nicho abovedado y al abrigo de los muros del Pantheon; sosiego tan sólo distraído por el revuelo circense de dos palomas que se dan el pico sobre una sencilla y hermosa, marchita corona también de bronce.

Dos palomas absolutas: la vida besando a la muerte que vuela ante ella en posición invertida. Dos palomas sesgadas por la luz inclinada del óculo de un dios apacible que rasea los relieves florales de la lápida frontal y deja un tinte rosado, tan delicadamente rosado que no deja de ser gris, sobre la inscripción que, según Stendhal en sus Paseos por Roma, se deben al cardenal Bembo:

ILLE HIC EST RAPHAEL TIMVIT QVO SOSPITE
VINCI RERUM MAGNA PARENS – ET MORIENTE MORI
OSSA ET CINERES RAPH SANCTII URBIN



24 NOV’ 96
PORZIUNCOLA

Una vez más esta siempre curiosa sensación de haber muerto, de que todo es pasado, como Roma ha pasado. Esta casi certeza de haber ya engrosado el número de cerúleos cráneos amontonados en el anaquel del tiempo pasado y desconocido, haber vuelto a la nada por el olvido, ser polvo sobre el polvo al que el polvo se le posa.

El tiempo comienza a acabarse; de tan eterno pasará por breve, idea que trae a la memoria la basílica de Santa Maria degli Angeli abarcando poderosa como una bóveda del tiempo la pequeña porziuncola de San Francisco de Asís.



30 NOV’ 96
FINALE

Escribir siempre un diario interminable recordando Roma en la memoria mía y en la de toda la historia. Ésta, escrita ya; aquella, para no perderla jamás.

Es necesario recodar Roma porque ella es un estado de ánimo tan hondo y vasto, tan pleno como una inyección de tinta en las venas de un poeta o una lavativa de color en los tímpanos sordos de un paisajista; es necesario recordar y recordarla para no vivir sino para ella, a cada paso, a cada vaso, en cualquier momento –tintes de obsesión- Roma eterna.

Roma eterna.